El uso excesivo de la tecnología nos está haciendo daño a todas las personas. Usar la tecnología para la mayoría de nuestras actividades diarias ha contribuido con la pérdida del contacto entre las personas. Lamentablemente, ahora es más común que las reuniones se hagan por vídeo llamadas en lugar de que se den frente a frente. Asimismo, las conversaciones se han limitado a mensajes de texto y las emociones se han limitado a simples emoticones. Los eventos ya ni si quiera los vivimos al máximo porque en lugar de guardar nuestros recuerdos en nuestra memoria queremos grabarlos para poder subirlos a las redes sociales y que todo el mundo se entere de lo que estamos haciendo. Ya ni siquiera tenemos la capacidad de recordar las fechas de los cumpleaños de nuestros amigos porque esperamos a que Facebook nos los recuerde. Además, en lugar de enviar regalos o tarjetas de felicitaciones, únicamente escribimos un corto mensaje de felicitaciones en el muro de Facebook.
Vivimos en una burbuja en la que nuestra vida social depende de la duración de la batería de nuestro celular. Nuestro vocabulario se ha vuelto tan pobre por esperar a que nuestra computadora siempre nos autocorrija cuando escribimos con faltas ortográficas. Por otro lado, las redes sociales manejan la información que leemos. Nuestra capacidad de análisis se ha reducido por esperar a que todo lo encontremos explicado de forma más simple en blogs de opinión en internet. Ya no podemos distinguir entre qué fuentes de información son buenas y cuáles no porque normalmente nos conformamos con lo que encontramos en la primera página de Google. Asimismo, en ocasiones nos dejamos engañar por leer la primera noticia que encontramos en Twitter.
Estamos sujetos a estar viendo una pantalla a cada minuto de nuestro día. Creemos que las amistades se miden por nuestros seguidores y que nuestra felicidad depende de cuantos likes recibimos en una fotografía. Ya ni siquiera apreciamos el trabajo artístico que conlleva realizar un álbum de música. Lo único que hacemos es comprar la música en Itunes sin apreciar todo el esfuerzo que se necesita para producir una canción, o lo que es aún peor, descargamos una canción de forma ilegal sin darle beneficios a los que invirtieron de su tiempo y talento. Lo mismo pasa con los libros. Buscamos la versión en PDF para no tener que pagar por la versión física del libro. Igualmente, hemos perdido la costumbre de ir a disfrutar de una obra de teatro o de compartir tiempo con nuestra familia en el cine porque preferimos encerrarnos en nuestro cuarto a ver una serie de televisión en Netflix.
Contaminamos más de lo necesario el ambiente por no querer caminar. Usamos nuestro vehículo o motocicleta para transportarnos distancias cortas porque nos da pereza caminar a nuestro destino. Los paseos en bicicleta son cada vez menos comunes y lo único que importa es llegar rápido a nuestro destino sin disfrutar del camino.
Las deudas han aumentado por no saber usar dinero en efectivo. Queremos hacer todos nuestros pagos con tarjeta de crédito sin pensar en los intereses que tenemos que pagar si no le cancelamos a tiempo al banco. ¡Ya no podemos ni siquiera sumar porque para todo usamos la calculadora!
La tecnología puede ser una herramienta muy útil pero debemos aprender a usarla para que no se apodere de todos los aspectos de nuestras vidas. Tenemos que balancear nuestro tiempo en las redes sociales para evitar estar todo el día sentado enfrente de una pantalla. Tenemos que aprender a distinguir entre las fuentes que comparten buena información y las que solo quieren hacerse publicidad. Es posible vivir una vida rodeada de la tecnología sin ser esclavo de ella.
Luis Fernando Salazar