Nel. No pasa, dispusieron los diputados de FCN-Nación ante la propuesta de reforma a los artículos de la Ley Orgánica del MP. ¿La razón? Fácil. No poder destituir a la fiscal general del MP, a no ser por una sentencia condenatoria con auto de prisión, le restaba poder a Jimbo, su líder, lo cual no les convenía. Ante ello retrasaron la discusión para proponer una serie de enmiendas, pero mientras tanto.. Nel, la reforma aún no pasa.
Utilizo el anterior ejemplo para demostrar un juego de poder que le permite a los partidos oficialistas tener el control del sistema político. Esta práctica de la vieja política,—o debo decir la política real— demuestra que para poder incidir en la agenda legislativa, acorde a sus intereses, el ejecutivo necesita fortalecer su bloque legislativo. FCN tuvo un mal comienzo, con 11 diputados electos, porque pocos candidatos con potencial creyeron en el proyecto y se postularon con otros partidos—Líder, UNE, PP y Todos— . Ahora, para solventar su debilidad han recurrido al transfuguismo, y ya son 25 los diputados oficialistas.
La lógica de dicho juego de poder es sencilla. Los actores principales son el presidente[1] y su organismo, los diputados, los lobistas y empresarios; y se basa en sus intereses personales:
El presidente desea tener poder sobre el legislativo para que legisle en su favor, y así poder gobernar acorde a sus intereses. Los diputados desean recursos asignados por el ejecutivo, con fines clientelares, en miras de ganar votos en sus localidades y reelegirse en las próximas elecciones. Además, buscan plazas y favores políticos en dependencias estatales. Los lobistas son los que propician y dirigen las negociaciones entre los actores anteriores, para atender los intereses de minorías organizadas, que se transforma en dinero y favores. Los empresarios –tanto contratistas del Estado, como privados—buscan que todas las medidas que tomen los congresistas y el Presidente, no afecten sus empresas, sino que les beneficie, apoyándoles. Por último, —y poco poco prioritarios para los padres de la patria—estamos nosotros, que como mayorías desorganizadas no conseguimos canalizar nuestros intereses y permitimos que sean los de las minorías, antes mencionadas, las que generen resultados.
Para realizar lo anterior, el Presidente o su negociador pacta con diputados para que se unan a su bancada y le otorguen lealtad. Los diputados a cambio negocian la asignación de recursos a proyectos con el presidente, y también con los empresarios que los desarrollarán para —matar dos pájaros de un tiro— conseguir votos y dinero. Por ello, en todo cambio de gobierno vemos transfuguismo hacia el partido oficial (u opositor más fuerte). Los lobistas velan por que la máquina se mueva hacia donde les interesa. Nosotros pues podemos quedarnos de brazos cruzados o actuar para no dejar que esas minorías se aprovechen de nuestra indiferencia y desorganización.
Imaginemos, sí hoy día, que la bancada oficial aún no termina de conformar su bloque legislativo, ya ha entrampado, sin éxito, las reformas a la Ley Orgánica del Organismo Legislativo—que desincentiva el transfuguismo—,y las reformas a la Ley Orgánica del Ministerio Público–que le resta potestad al presidente para destituir al Fiscal General—; ¿qué podemos esperar de dicha bancada cuando tenga la total mayoría en el congreso?.
Dicho lo anterior y mientras tanto, pareciera que la vieja política… Nel, no cambiará.
[1] Englobo entre los intereses del presidente el de sus financistas, asesores y órganos extranjeros.