Escribo estas líneas precisamente en la celebración del Día Mundial de la Libertad de Prensa. Nada mejor para festejar el blog en el que se publicará, una iniciativa de jóvenes que no han encontrado su espacio en otros medios existentes y que, con espíritu emprendedor, decidieron abrir su propio portal ¡Un interesante desafío que merece alabanza!
Las nuevas tecnología han posibilitado que “cualquiera” pueda escribir, y publicar. Ello ha hecho que se inunde el espacio virtual de comentarios, opiniones, trabajos y sugerencias (entre otros) de no importa que índole, profundidad y veracidad.
Antes, en mis tiempos, se acudía al “libro” que ilustraba sobre la materia objeto de investigación y de ahí surgían los posteriores análisis o resúmenes. Ahora, por el contrario, es preciso llevar a cabo una fina y acuciosa labor de selección de la información, antes de poner en la bibliografía cualquier enlace de los miles que se pueden encontrar utilizando no importa qué buscador. Es por ello que las actuales (y las venideras) generaciones agregan un importante problema en su metodología investigativa: la selección de las fuentes.
Por otra parte la velocidad con la que se genera “información” ha hecho que se establezca una preocupante competencia entre los medios tradicionales y los nuevos. Ahora, más que nunca, prima la velocidad incluso por encima de la verificación de la información y no digamos del contraste de la misma. De esa cuenta se dice y desdice con frecuencia o el simplismo toma cuerpo al comunicar ciertas cuestiones porque es más importante posicionar el tema, y así obtener una tendencia que sea marcada por los indicadores, que informar con consistencia. Un peligro cada vez más evidente que fomenta y construye el rumor, el chisme o la desinformación.
Es preciso, con esos riesgos, acometer el trabajo de disponer de una plataforma de comunicación con responsabilidad. No vale cualquier cosa, ni mucho menos (como declaró el diputado Taracena en TV) creer y aceptar, sin alzar la voz fuertemente, que “en política lo que importa son los resultados”, mucho menos extrapolar ese maquiavélico y potencialmente delictivo principio a otras actividades, escribir y comunicar entre ellas.
La credibilidad tarda en ganarse pero corre el riesgo de perderse fácilmente. Construirla es labor de todos los que colaboran en los medios y mantenerla de quienes deben de estar preocupados permanentemente por los principios elementales que rigen el actuar humano noble y que cada vez, en una era del relativismo, se difuminan más en función de las apetencias de algunos.
Un buen día para hacer una reflexión sobre la libertad de expresión pero no desde el punto de vista tradicional, sino desde la responsabilidad que conlleva ejercerla. Aceptado el reto de escribir, es necesario adoptar las formas adecuadas.
Pedro Trujillo