El hombre que pintó una sinfonía

¿Puede escucharse el color rojo? ¿Es posible asociar determinadas texturas con sensaciones gustativas? ¿O percibir el color de ciertos sonidos? Aunque pareciera paradójico, existe una condición fisiológica que causa este tipo de interferencias sensoriales en las personas. La sinestesia es, según la neurofisiología, la asimilación conjunta de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo. Los sinestéticos reciben cierta impresión en una determinada región corporal al estimular alguna parte diferente del organismo. De modo que, algunos de ellos pueden percibir colores y figuras geométricas a partir de una canción, o incluso sentirle sabor a las palabras. Según explicaciones cientificas dicho fénomeno se debe a una comunicación anómala entre ciertas áreas cerebrales que podría explicarse por un fallo en la formación las conexiones nerviosas durante la etapa prenatal. Por lo tanto, las percepciones de los sinestetas no se deben al resultado de la memoria o a una exagerada interpretación metáforica, sino mas bien a una auténtica impresión sensorial.

A pesar de que muchas de las personas que poseen dicha condición no estan totalmente concientes de ella, se estima que el fenómeno ocurre en una de cada cien personas, estando en muchos casos vinculado al autismo y algunos tipos de epilepsia. Uno de los ejemplos más célebres de dicho trastorno es, sin duda alguna, Wassily Kandinsky, pintor ruso y precursor de la abstracción lírica y el expresionismo.

“Los violines, los profundos tonos de los contrabajos, y muy especialmente los instrumentos de viento, personificaban entonces para mí toda la fuerza de las horas del crepúsculo. Vi todos mis colores en mi mente, estaban ante mis ojos. Líneas salvajes, casi enloquecidas se dibujaron frente a mí.”

Estas fueron las palabras del artista tras acudir a una representación en Moscú de la formidable ópera Lohengrin de Wagner. El descubrimiento de poseer facultades de percepción múltiple lo influenció enormemente  y transformó su visión del arte. Escuchando tonos y acordes musicales mientras pintaba, Kandisky sostenía que cada color podía ser asociado a la frecuencia y vibración de una nota sonora. A través de la experiencia sinestética Kandinsky  trataba de anuar en su obra tres elementos: sonido, color y sentimiento. En su trabajo teórico “De lo espiritual en el arte”, publicado en 1911, hace referencia de la metáfora musical en la creación artística y plantea de manera profunda las relaciones consonantes y disonantes entre color y música. Por ejemplo, afirmó que el color amarillo es el color del centro C en una trompeta, el azul, aseguraba, podía llevar a los hombres al infinito y el negro es el color del cierre, del final de las cosas. Además de los colores, el pintor se enfocó en desarrollar una teoría sobre las figuras geométricas y señaló que el círculo era la forma que más paz evocaba, simbolizando el espíritu del ser. Por lo tanto,  la sinestesia le proporcionó a Kandisnky una forma nueva de percibir y apreciar el mundo que lo rodeaba y, de esta manera, sus pinturas resonaron sobre el lienzo convirtiéndolo en un precedente que revolucionó el arte.

Así como el diector de una orquesta mueve su batuta coordinando los distintos instrumentos y marca la dinámica y ritmo de la composición, Kandisky utilizó su pincel para crear cuadros cuyos colores y formas evocan armonía, consonancia y equilibrio. Definitivamente, el pintor comprendía los colores como elementos con un significado y próposito específico en el mundo, por lo que estos fueron puentes a través de los cuales pudo plasmar e interpretar la realidad que percibía. Sus obras son la expresión y declaración de una realidad existente y paralela a lo palpable.  La sensibilidad que Wassilly Kandisky reflejó en su arte nos recuerdan que existen formas variadas e insólitas de apreciar este mundo y todo lo que lo compone. Si bien, su forma de captar las sensaciones era discrepante y distinta a lo común, logró impresionar con su arte y transmitir, a través de sus cuadros, un mensaje lleno de belleza. Como individuos estamos condicionados a percibir el mundo de maneras diferentes y personales, lo que puede significar; un objeto, una palabra o una situación para alguien, representa para otra persona algo  completamente distinto. La percepción subjetiva de la realidad es, sin duda, rasgo esencial de nuestra naturaleza como seres con conocimiento limitado e incompleto. La humildad para reconocer esta cualidad humana nos permitirá apreciar los distintos mensajes que cada persona tiene por enseñar, acercándonos de esta forma a apreciar un poco mejor el bello e insondable cuadro que simboliza el mundo que nos rodea.

Imagen: 1913, Kandinsky, Composition VII.

 

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