El otro día me tope con un texto que hizo que me preguntáse sobre lo sincrónico y vigente, aquello que pertenece al tiempo presente. Se trataba de un ensayo escrito por Giorgio Agamben, reconocido filósofo italiano. En el escrito plantea la pregunta: ¿Qué significa ser contemporáneo?, es decir qué significa pertenecer verdaderamente a una época determinada. Si bien el adjetivo hace referencia a todo aquello que sucede y existe en la actualidad, el autor ofrece una propia aproximación de la idea que tienen como intención generar profundas reflexiones. De manera que al hablar sobre la contemporaneidad, Agamben consigue trasmitir su visión y alterar, por un efímero momento, esa relación singular entre el lector y su propio tiempo.
Para un primer acercamiento de su interpretación, el autor cita a Nietzsche y su célebre trabajo Consideraciones Intempesitivas. A través de estas “Unzeitgemässe Betrachtungen” el filósofo alemán pretende rendir cuenta de su tiempo y tomar una postura respecto al presente. Situando su consideración de lo actual, su contemporaneidad, en una desconexión y disensión, Nietzsche busca comprender como un mal, un problema y un defecto algo de lo que la época esta orgullosa, es decir, su cultura histórica. De esta manera se entiende por contemporáneo, o sea verdaderamente perteneciente a su tiempo, aquel que no coincide perfectamente con él ni se adapta a sus pretensiones. Agamben explica como es justamente este desfasaje y anacronismo lo que permite al contemporáneo percibir y atrapar su tiempo con mayor profundidad que los demás. La contemporaneidad es, entonces, una singular relación con el propio tiempo, un vínculo que adhiere a él y, a la vez, toma distancia. En este punto el autor propone una segunda definición del concepto, explicando como el contemporáneo es aquel tiene la mirada fija en su tiempo para percibir, no la luz, sino la oscuridad y que es capaz de escribir mojado la pluma con las “tinieblas del presente”. ¿Pero qué significa ver las tinieblas y percibir la oscuridad? La neurofisiología de la visión nos ofrece una primera contestación. Según esta ciencia, la ausencia de luz pone en movimiento una serie de células periféricas de la retina llamadas “off- cells”, las cuales entran en actividad y producen esa especie de visión en la oscuridad. Por lo tanto no se trata de la simple ausencia de luz, sino que es más bien el resultado de una actividad de las “off-cells” y producto de nuestra propia retina. Regresando nuevamente al tema de lo contemporáneo, esto significa que la percepción de estas sombras en el tiempo no es una forma de inercia o pasividad, sino más bien se trata de una actividad o habilidad particular que permiten neutralizar las luces de la época para descubrir así sus tinieblas, sus defectos. El contemporáneo es pues aquel que percibe la oscuridad del siglo como algo que le pertenece y no deja de interpelarlo.
Con respecto a esta última idea, la astrofísica da una explicación análoga sobre la oscuridad que se observa en el cielo de la noche, aquella que envuelve el resplandor de las estrellas. Dado que en el universo hay un número infinito de galaxias y cuerpos luminosos, la oscuridad que vemos es algo que merece una explicación. En el universo en expansión las constelaciones más lejanas se apartan de nosotros a una velocidad tan grande que su luz no logra alcanzarnos. La tinieblas percibidas en el firmamento no son más que esta luz que se aleja velozmente de la tierra. De la misma forma, el contemporáneo es aquel que percibe en la oscuridad del presente esa luz que intenta atraparnos y no puede hacerlo. Por ello, dice Agamben, los contemporáneos son raros y, por eso mismo, ser contemporáneos es una cuestión de valor pues significa atreverse a cuestionar lo establecido, interpolando el presente en relación con los demás tiempos. Al observar el presente como lo que realmente es, una efímera gota en un mar de infinitos, el contemporáneo es capaz de observar esa oscuridad y, a su vez, esa luz que provienen de tiempos lejanos y futuros, tiempos que quizás no lo lastimen tanto.
Anika Lorenzana