Entre líneas

Dime, ¿recuerdas la noche en que te conocí?
¿Qué sentada en la esquina de un viejo café te vi?
En tus manos guardabas un libro cuyo título ya olvidé,
pero recuerdo a tus ojos levantarse y verme a mí.

Mírame de nuevo mientras me afirmas que todo está bien.
Que la vida siempre se pinta del color que se te plazca.
Que los poetas bendecidos no andan por la calle heridos,
y que las leyes de la ciencia no aplican a lo nuestro.

Sostén una vez más un cigarrillo entre tus dedos.
Enciéndelo. No lo fumes ni lo inhales.
Deja que su humo gris ardiente
Incinere los demonios de mi mente.

Recuéstate en mi pecho y bien despacio
acércate a mi boca un poco más.
Léeme y enséñame a leerte.
Deja que te muestre como moldear la realidad…

Mientras el alba se escabulle entre cortinas a la habitación,
Entre mis manos sostengo aquel libro que ya olvidé.
Pero en vez de leértelo, lo que en realidad te relato,
Es la triste historia de las cenizas…

del cigarrillo a medio terminar.

Diego De León Zurita

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