Fue como un solsticio en primera noche de invierno, en la que congelamos los relojes, cambiamos el destino y nos sumergimos en la obscuridad del universo.
Quisimos convertir el momento en eternidad y el infinito en final, y a lo único que llegamos fue a estremecernos en algún lugar.
Fue como un equinoccio en primera mañana de otoño, en la que tu naturaleza de árbol de temporada, me enseñó a dejar ir, a dejarte ir.
Fue como un mosaico del cielo, proyectó luces y también rayos, y que ahora solo es un efímero recuerdo de lo que pudo ser y no será.
El inicio y el final, dos veces tu amor.
María Fernanda Roca