Anarquismo: el esfuerzo inútil conduce a la melancolía

Edgar Gutiérrez

El proyecto anarquista es muy interesante de analizar. Consiste, en muy resumidas cuentas, en la abolición de un sistema político estatal y su reemplazo por uno basado en el principio de no-agresión, que básicamente propugna que un individuo actúe de manera libre siempre y cuando no violente a nadie más de manera coactiva. El Estado rompe este principio de no agresión al cobrar impuestos de manera coactiva, así como al obligar a sus ciudadanos a vivir bajo unas pautas específicas, llámese leyes, y con consecuencias coactivas para aquel que no las cumpla, llámese encarcelamiento. El anarco capitalista entonces considera inmoral al mismo por romper el preferido principio de convivencia que maximiza la libertad individual, y por esta razón debe ser abolido y reemplazado por un sistema político de carácter voluntario.

¿Es entonces un sistema político viable? Yo creo que no lo es, y tomaré mucho de la conferencia de Juan Ramón Rallo impartida en la Universidad de Verano del Instituto Juan de Mariana celebrada en Lanzarote, Islas Canarias el pasado mes de julio. La crítica viene de la fragilidad del principio de no agresión, por un lado, y de Teoría de Juegos, por otro.

Entiéndase sistema político como un conjunto de principios y procedimientos básicos para resolver disputas entre individuos o grupos. El principio de no agresión entonces toma este rol como la manera de resolver dichas disputas, en lugar de que sea un orden de carácter estatal. El problema que tiene este principio es que es muy difícil que en la práctica se cumpla. Básicamente es un problema de definición: ¿qué es agresión? ¿la agresión verbal es agresión? ¿si empujo amistosamente a alguien es agresión? ¿qué hay de la ruptura de un contrato? Todas estas son cuestiones a las que probablemente todas las personas tengan respuesta, o al menos la gran mayoría. De aquí surge el segundo problema, el de la universalidad. Aunque todos tengan respuesta a estas preguntas, seguramente no todas las respuestas sean las mismas. Incluso dentro del mismo mundo liberal hay discrepancias, así como dentro del mundo académico. Si gente de este perfil no puede ponerse de acuerdo con el significado del principio básico que rige los acuerdos voluntarios, ¿cómo se pretende universalizar el concepto, y más importante aún, el comportamiento?

La resolución de disputas entonces se reduce a una negociación política para ponerse de acuerdo en el significado del concepto. En esta negociación política, existe incentivo para romper el principio de no agresión, pues el que lo haga tendrá una ventaja evolutiva sobre el otro actor político. Aquí es donde entra la otra cara de la crítica, una fundamentada en Teoría de Juegos.

Lo que vemos modelado en el cuadro es un juego del dilema del prisionero expresado en forma normal. Se entiende que cooperando voluntariamente ambos actores se llevan el mejor pago que hay en suma. En esta estrategia, ambos actores prefieren no tener Estado. Los pagos son altos porque hay altos grados de libertad. Sin embargo, hay incentivo para cambiar de estrategia. Si cualquier actor político decide armarse con un Estado (ante el cual difícilmente tropas mercenarias  privadas puedan hacerle frente en recursos y armamento) entonces puede parasitar a aquel que no lo tiene, ponerle tasas impositivas fuertes y, últimamente, dominarlo absolutamente. En este escenario el actor político con Estado se hace con más recursos «conquistando» al que no se decide por organizarse. El juego se resuelve en un escenario en el que ambos actores tienen un Estado, pues el bien público de la defensa queda en el limbo que ambos actores quieren llenar, y sabemos que el poder aborrece el vacío. A esto se le llama un equilibrio de Nash, en el que ninguno de los dos actores tiene incentivo para cambiar de estrategia.

El anarquismo tiene sus problemas, y políticamente lo considero inviable. Filosóficamente hablando, es un interesante marco teórico que ayuda a estar más atento acerca de la legitimidad del Estado y los límites de su poder y funciones. Tal vez algún día llegue un sistema político así, el día que se resuelva la predisposición natural de muchas personas a violentar otras más débiles para obtener recursos de ellas. La guerra comúnmente no se resuelve con la aniquilación del enemigo, eso ocupa muchos recursos, tiempo y esfuerzo. Mucho más eficiente, evolutivamente hablando, es simplemente dejar al otro vivir bajo la condición incondicional de un pago periódico de impuestos. Así se crea el Estado, naturalmente. Además, evoluciona y se adapta. Es un monstruo que no se puede aspirar a destruir, cualquier esfuerzo sería inútil, como diría Ortega y Gasset, y conduciría a la melancolía. A lo más que se puede aspirar es a controlarlo.

captura-de-pantalla-2016-10-16-a-las-20-34-26Fuente de la imagen: Elaboración propia

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