No estoy en contra de los vendedores ni de Arzú, estoy a favor de ambos

Jorge García

Recuerdo que un catedrático de política solía decir que se debe reconstruir un contexto para poder entender la problemática de un fenómeno a cabalidad. Pero reconstruir un contexto es una tarea complicada porque todos estamos parcialmente sesgados hacia nuestras propias opiniones y tendemos a negar (o peor, ignorar) las de otros. Al no entender el punto de vista del otro surge un conflicto de interpretaciones donde cada parte, que considera contar con la verdad, no se pone en común acuerdo con la otra y solo agravia el conflicto sin dar lugar a una posible solución ni consenso. Considero que esto es importante introducirlo en la problemática surgida en estos días a raíz del desalojo de vendedores informales de la Sexta Avenida de la zona 1 por parte de oficiales de la municipalidad de Guatemala.

Empecemos por aclarar que ambas partes tienen la culpa. Eso nos pone en un terreno neutral para poder apreciar de manera más imparcial la situación de cada uno.

“Alvaro Arzú y su administración municipal es culpable. El “alcalde” con aires de máxima superioridad y gran prepotencia ordena desalojar a los vendedores de la sexta avenida por la fuerza y se niega a negociar con ninguno, sin escuchar razones ni motivos. Es un típico comportamiento de alguien a quien solo su opinión le importa, y es que Arzú ya ha mostrado en muchas ocasiones que no tiene la más mínima consideración por la opinión de los demás, como sucedió con el problema del transporte pesado en la ciudad capital hace algunas semanas. Este personaje se cierra en su mundo donde considera que él tiene la verdad última y absoluta, como si de un dios terrenal se tratase. Intolerante a más no poder, jamás se preocupa por el vecino sino es para los proyectos que a la alcaldía le interesan como parques, “pasos y pedales”, juegos en diciembre y jardines. ¿Es eso lo que necesita el habitante de la capital? Sí, pero después de ciertas prioridades como el buen servicio de aguas, el tratamiento de aguas residuales y el buen manejo de los desechos sólidos, y principalmente el problema del tráfico. Arzú busca soluciones que en Guatemala conocemos como “chapuceadas”, es decir, que son solo para el momento y no solucionan el problema de raíz.”

“Los vendedores tampoco son inocentes. Vivimos en una república donde el estado cuenta con el monopolio de la fuerza y tiene derecho a aplicarla en caso no se obedezcan sus estatutos. No se puede obstruir la vía pública con ventas porque ese no es su fin primordial. Las calles, al ser un bien público, pueden ser utilizadas por todos para la libre locomoción. Si decidiéramos que todos queremos usar las calles para lo que queramos sería un desastre, muchos usarían las calles como sus parqueos o sus patios y el espantoso tráfico que actualmente existe sería muchísimo peor. Pero eso no es lo peor, la actitud tremendamente reprochable de esos vendedores fue lo peor. ¿Son vendedores o delincuentes? ¿Cuál era la necesidad de destruir todo a su paso, incluyendo obras de arte, semáforos y hasta propiedad privada? ¿Por qué reaccionaron de manera tan salvaje? Eso no es de ninguna manera justificable, y deberían ser castigados con el rigor de la ley por esos hechos criminales.”

Este es el tipo de comentarios que he visto de muchas personas, amigos y medios de comunicación. Todos han estado parcializados hacia un punto de vista sin tener en cuenta por qué el otro actúa como actúa. ¿No es importante, para conseguir soluciones, tomar en cuenta y entender a todas las personas involucradas?

Me gustaría empezar con el punto de vista de los vendedores. Guatemala es un país cuya tasa de informalidad es mayor al 70% de la población económicamente activa. Más de la mitad de personas no cuentan con un ingreso fijo y dependen de rentas variables para su subsistencia y la de sus familias. Esto no es sólo una estadística, sino que es una cruda realidad que las clases medias y altas no siempre parecen entender. La gente vive el “día a día” y no puede darse el lujo de no trabajar un día porque no come, y peor, no comen sus hijos. Al depender de la informalidad, dependen de las ventas esporádicas que logran realizar. Es sentido común empresarial que los vendedores buscan a sus clientes, o como diría Israel Kizrner, buscan hacerles ver oportunidades de compra que antes no conocían a los clientes. ¿Dónde tiene más sentido que la gente quiera vender? ¿En un mercado poco concurrido donde tienen que pagar renta o en una calle con mucha afluencia de personas, donde la probabilidad de venta es más alta? Obviamente en la segunda opción, y es que repito que, si no lo hacen, pasarán hambre porque no tienen opciones de empleos formales por su escasa formación académica y técnica. La gente necesita un lugar donde comerciar para ganarse la vida honradamente, y es muy importante recalcar la palabra “honrado” porque ellos podrían dedicarse a actividades ilícitas como pandillas o narcomenudeo que son más rentables, pero su costo moral de delinquir es tan alto que prefieren (como todo buen ciudadano) trabajar para ganarse la vida.

Ahora, también es importante tener en cuenta el punto de vista de la municipalidad. Álvaro Arzú ha enfocado toda su administración municipal, desde hace años, a intentar conseguir que la ciudad capital luzca de mejor manera. Tarea titánica he de reconocer, además de loable porque creo que a todos nos gustaría una ciudad bonita. El trabajo de Arzú es entonces, perfectamente entendible. La ley ampara a la municipalidad en este conflicto, pues las calles efectivamente se han ideado para la libre circulación de personas, no pensando en tener vendedores ambulantes en ellas. Es cierto que esta gente afecta el buen ornato de la ciudad y el orden en las calles, por lo que la municipalidad, en caso se vea obligada, puede usar la fuerza policial para cumplir con los reglamentos prestablecidos. Mucho más si los desalojados se resisten por la fuerza.

Llegados a este punto, y viendo que el problema no es solo de desalojar gente de la sexta ni de un alcalde prepotente que no quiere a los pobres, podemos empezar a generar ideas más imparciales y menos sesgadas.

La gente necesita trabajar en la sexta, pero la municipalidad necesita que la sexta sea solo para pasos peatonales. Duro conflicto de intereses que pueden parecer irreconciliables, pero solo requiere de voluntad de ambas partes. Quiero condenar abiertamente la actitud vandálica de los supuestos vendedores (no me consta de primera mano que ellos fueran los bochincheros) y soy el primer partidario de que arresten a quienes dañaron propiedad pública y privada en esos actos de violencia. También creo que es importante mencionar que no todos los vendedores lo hicieron. Tampoco me consta esto, pero creo aún en el chapín trabajador que no busca problemas, y considero factible que más de alguno no se involucró. Condeno frenéticamente el uso desmedido de la fuerza de estos manifestantes, pues esa no es la manera de hacer llegar sus ideas a las autoridades. Ahora, por el otro lado, también condeno esa actitud prepotente y arrogante de una alcaldía que, como bien mencioné anteriormente, no se preocupa por nadie más que por sus planes. Es extremadamente difícil que el alcalde Arzú escuche propuestas, y mucho menos de personas que no cuentan con representantes en la administración pública. Esta impotencia de actuar, sumado al miedo de perder su medio de trabajo y sustento, creo que pudo ser el causante de la tremenda manifestación de violencia que vimos. Una persona acorralada y asustada puede ser capaz de las peores barbaries, y aunque esto no deja de ser condenable, si es justificable. Siempre buscamos culpables en todo, pero nunca nos detenemos a pensar en lo que los motiva a cometer esos actos. Como bien dijo Gary Becker en su discurso de aceptación al Nobel “los criminales no son muy diferentes a nosotros, con nuestras motivaciones” y es que no podemos criticar a los demás sin haber pensado un momento cómo sería la situación en sus zapatos.

No voy a plantear soluciones, pues consideraría descarado exponer la tremenda complejidad de este asunto y asumir que tengo el conocimiento para solucionarlo, pero si considero que es necesario que “nos dejemos de babosadas”. Solucionar conflictos es un arte, a mi consideración el más complejo, y por eso debemos entender a la gente antes de buscar soluciones. Si no lo hacemos, buscamos soluciones sesgadas a nuestra manera de pensar y solo agraviamos el problema.

Si no existe consenso jamás se lograrán soluciones integrales y solo se “parchearán” los problemas, escondiéndolos bajo la alfombra. Después no nos quejemos de que las cosas se agravian porque solo le introducimos ira, intolerancia e irrespeto a la sociedad, sin buscar de manera concisa soluciones. Y no podemos avanzar si no entendemos donde estamos parados. Por eso no estoy ni en contra de los vendedores ni de Arzú, sino a favor de ambos. A favor de la tolerancia, del intercambio de ideas pacíficamente y sobretodo del respeto a la otra persona, porque es un tremendo insulto estigmatizar al otro sin haberlo entendido primero.

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