El Siddhartha en todos nosotros

“Cuando alguien busca, suele ocurrir que sus ojos solo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque sólo piensa en lo que busca, porque tiene un objetivo y se halla poseído por él. Buscar significa tener un objetivo, pero encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos…”  -Herman Hesse (Siddhartha)

Recientemente di por terminada una de las novelas filosóficas más gratas que he leído. Se trata de una de las obras más populares y reconocidas del poeta y novelista alemán Herman Hesse. Publicada en 1922, tras las experiencias de la Primera Guerra Mundial, el libro “Siddhartha”  es una alegoría a la sabiduría budista que vino a reconfortar a una generación entera de jóvenes inquietos y alcanzó enorme popularidad en la década de los 40’s. A través de un lenguaje poético el autor pretende conducir al lector por un movido y singular viaje que terminará en un nivel más alto de reflexión y autoconocimiento. Mediante personajes fantasiosos y relatos épicos Hesse transmite un hermoso mensaje y logra, de esta manera, despertar algo profundo en el lector.

Ambientada en la India tradicional, la novela relata la vida de Siddhartha, un hombre en busca de la verdad. Se trata del hijo predilecto de un brahman que busca constantemente alcanzar la sabiduría que le pretenda comprender el significado real de las cosas. Desde su infancia evidencia un gran potencial y cualidades espirituales que lo hacen acercarse a los sacerdotes y demás sabios con la intención de aprender sus doctrinas. Acompañado de su leal amigo Govinda, Siddhartha se lanza en búsqueda de nuevos caminos y abandona el castillo que había sido hasta entonces su hogar. El viaje comienza con los samanas, hombres religiosos que viven con casi ninguna posesión y que dedican su vida a la meditación contemplativa y la abstención de placeres. Estos ascéticos enseñan a los jóvenes a través de prácticas como el ayuno, el trance meditativo y el rezo constante a adaptarse a una nueva forma de vida que los alejara de las trampas de lo que consideran el samsara o mundo ilusorio de los humanos. Los amigos pasan años  entre estos monjes buscando liberarse del ego y alcanzar el Nirvana o iluminación. Sin embargo tras escuchar la noticia de que el Buda se encontraba cerca, ambos decidieron abandonar a los samanas y tomar un nuevo camino. Al llegar a los jardines donde se encontraba el Gran Sabio, el Iluminado y perfecto Buda, con sus demás discípulos Govinda no puede evitar quedar totalmente maravillado y decide unirse al grupo. Siddhartha, por su parte, rechaza la invitación. Considera que ha vivido toda su vida en contradicción;  siguiendo doctrinas y sabidurías ajenas cuándo por dentro percibe una capacidad similar de verdad. Decide continuar su camino, ahora totalmente solo, y enfrentarse directamente a su ego. Llega a las afueras de una ciudad, donde conoce a la bella Kamala y a un exitoso comerciante. Ellos le enseñarán a experimentar un  lado de la vida totalmente desconocido hasta entonces, aprenderá qué es el amor y el deseo carnal, conocerá el lujo y la avaricia y, a través de todas estas cosas, conocerá una parte nueva de él mismo. Será ya hasta que su cuerpo envejecido y su espíritu desgastado no puedan más que decidir abandonar esa vida y continuar con su verdadero viaje.

En esta etapa del camino encontramos, lo que considero, el climax de la historia. La figura central entra en un estado de desesperación y se sumerge en un abismo oscuro que no le permite ver más allá que el propio sufrimiento. Se arrepiente enormemente del tiempo perdido, de haber desperdiciado tanta energía y vida en un lugar repleto de ilusiones y espejismos. No entiende como pudo desviarse de su trayectoria y olvidar su cometido. Llega al borde de un río, aquel que cruzó cuando llego a la ciudad por primera vez, y decide acabar con todo. Se sumerge en las oscuras aguas y, por un momento, parece que la historia llega a su final. Es en ese momento cuándo el río, o lo que parece ser el río, susurra a Siddhartha su mensaje; Om, mantra cuyo significado se traduce como “Yo soy”. Reconoce inmediatamente esta monosílaba que lo ha acompañado en sus meditaciones desde la infancia y comprende, finalmente, el sentido de su viaje. Como despertando de un sueño, Siddhartha sale del agua y se encuentra con Vasudeva, un viejo hombre que se dedicaba a transportar gente de un lado del río al otro. Es un hombre de vida simple y pocas palabras cuyo semblante sereno y expresión neutral dan a Siddhartha una sensación de paz y tranquilidad jamás experimentada. Decide quedarse a vivir en ese río, ayudando a Vasudeva con la pequeña barca a movilizar viajeros y absorbiendo la sabiduría que aquel extraño lugar tenía para ofrecerle.

Es así como en la simpleza de un río, en su constante fluidez y su suave murmullo, nuestro viajero encuentra por fin lo que tanto anhelaba. Resulta ser un mensaje ya conocido, una sabiduría difícil de proyectar en palabras y de sintetizar mediante la comunicación corriente. Se trataba de algo que debía surgir de la propia experiencia, del propio camino; algo que debía ser recordado a Siddhartha por su propia voz interior, reflejada en aquel claro y tranquilo río. Su vida había sido una constante búsqueda, un repetitivo sentimiento de inconformidad y frustración que le impedían verse satisfecho en el momento presente, Había estado toda su vida siendo manejado por un deseo enorme de verdad que, a su vez, se reflejaba en un ego enorme. El mundo real le pareció siempre burdo y simple, nunca había sido suficiente, ni el mundo ni él mismo; siempre había anhelado más verdad, mayor conocimiento, mayor cercanía al Nirvana y la Iluminación. Fue entendiendo la belleza del presente, la simpleza de un río y su facilidad para fluir y cambiar que el personaje de esta conmovedora historia pudo encontrar la libertad interior que tanto buscaba su espíritu.

 

 

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