Edgar Gutiérrez
Es de conocimiento común que el Estado guatemalteco tiene serios problemas para reforzar su autoridad en el territorio nacional. Con un gasto público de a penas 13% sobre su PIB, el Estado guatemalteco tiene suficiente tamaño para gobernar por encima de su metrópolis central, ni siquiera alcanza para el departamento entero. Me consta, sobre todo después de haber visitado la municipalidad de Santa Catarina Pinula el pasado viernes (a escasos kilómetros de la metrópoli). Después de hacer una serie de entrevistas, la gente desvelaba un peculiar favoritismo hacia su “muni”. Las preguntas se resumían en “¿qué servicios le brinda la muni a comparación de los que le brinda el gobierno central? Y las respuestas se resumían en “la muni la mayor parte, el gobierno ni se asoma”.
La inclinación en favor de la municipalidad no es tan sorprendente. Encuestas de cultura política como LAPOP nos indican que la población guatemalteca, en su mayoría, muestran inclinación política hacia su municipalidad como ente administrador más confiable y eficiente. Nuestro pasado colonial de administración celular y caudillista explica bien este fenómeno. Sin embargo, Guatemala evolucionó para ser un Estado unitario y centralizado, no federado y descentralizado. Al menos no legalmente.
Volviendo a las entrevistas en Santa Catarina Pinula, es importante resaltar que muchas de las respuestas atribuían a la municipalidad funciones del gobierno central. Además de agua y drenaje—respuesta más frecuente entre los pobladores—afirmaban que la muni les proveía el servicio de educación y salud, ambas funciones del gobierno. Incluso dentro de la misma municipalidad, en el área de obras públicas, nos afirmaron que esas funciones se proveían desde lo local, aunque fueron respuestas débiles dada la incertidumbre que rodeaba a los burócratas acerca de los servicios que proveían. En este punto reflexioné explicaciones para tal desinformación: la gente únicamente distingue la presencia de la municipalidad (dada la ausencia de Estado), y la municipalidad tiene avidez por atribuirse funciones que no son suyas para aparentar que lo son. Solo con el servicio de seguridad convencional no recibimos respuestas optimistas, pues en general hay una percepción de inseguridad muy alta y sin importar quiénes estén a cargo, lo están haciendo mal.
Al final de las entrevistas llegamos a la oficina de comunicación social dentro de la municipalidad (edificio de primer mundo, he de decir). Este fue el lugar donde los paradigmas se rompieron. Después de una larga charla describiendo las funciones de la municipalidad, llegó el tema de seguridad, educación y salud. El jefe del departamento reconoció que los tres era encargos del gobierno central, pero dada su carente provisión, la municipalidad se hacía cargo. La gente en realidad tenía razón, la educación se paga por la muni en un 60% más o menos, ya que ellos construyen la infraestructura y pagan a más de la tercera parte de los maestros. También forman médicos, pues los que provee el gobierno no son muy buenos. Incluso la Policía municipal rinde mejor que la nacional: el burócrata nos confesó que hay más patrullas y unidades municipales que nacionales, y que cada vez que las patrullas son enviadas a servicio, la PNC se acerca a pedir las pastillas que reemplazaron, pues son mejores que las que a ellos les proveen.
El centro de la municipalidad está repleto de infraestructura de primer nivel, con áreas recreativas para música, deporte, teatro y computación. La municipalidad provee todo lo que el Estado central no, y esto va más allá de la percepción de la gente.
Imagen: https://en.m.wikipedia.org/wiki/Santa_Catarina_Pinula#/media/File%3ASanta_Catarina_Panorámica.jpg
Cerca del final de la última entrevista, preguntamos a quien se debía todo este resplandor de buena administración. El jefe del departamento dijo que Tono Coro, el famoso alcalde que gano premios por su administración a nivel nacional e internacional. Preguntamos quién era el alcalde de turno, y nos respondió que el alcalde Alvarisaes fue el que “dejó” Tono Coro, obviando a todas luces un proceso electoral abierto y democrático de por medio. Inmediatamente después nos dijo que la clave había sido la continuidad de la administración, con lo cual complemento que “se dice que prolongarse en el poder es malo, pero esto es solo para los malos líderes. Cuando hay buenos líderes, puede haber continuidad y especialización de sus allegados en sus funciones administrativas. Esto facilita mucho la gestión municipal exitosa”.
Esta es mi única objeción acerca del asunto. Prefiero no tener que contar con buenos políticos y burócratas, considero mucho más prudente diseñar un set de reglas e instituciones que faciliten la gobernabilidad, la eficiencia y la transparencia en la gestión de la cosa pública. La planificación de una efectiva descentralización debe priorizar los elementos que fortalezcan una visión de país consolidado que permita que sus gobiernos locales actúen dentro de ese marco de referencia, no que se dependa de la buena voluntad de los políticos que juegan con unas reglas que incentivan la corrupción y la mala gestión. El camino de las otras municipalidades debe ser seguir el ejemplo de Santa Catarina Pinula, y el camino del Estado debe ser reforzar su autoridad para luego poder diseñar una visión efectiva de país, facilitando el marco de gestión de las municipalidades individualizadas. No queremos que la descentralización fortalezca a los caudillismos locales, queremos que favorezca las prácticas democráticas acercando la toma de decisiones y gestión de bienes públicos a la gente y sus gobiernos locales más inmediatos.