Jorge Lince

¡Con qué facilidad nos llega la goma! Ah, ¡pero qué difícil es acabarla! Suerte para nosotros, tenemos los medios necesarios para pasarla sin mucho sufrir. Por eso, hoy me encuentro disfrutando las melodías de Paco Ibáñez en su concierto en el Olympia, del 2000, mientras bebo un vaso de Jameson, uno de mis favoritos.

Jameson debe ser el whisky irlandés más popular del mundo. Su distinguible y llano sabor a vainilla, con un toque de cidra y frutos secos, lo separan de los demás whiskys irlandeses, más agrios y pesados. Quizá por ese motivo es el Jameson tan famoso: parece capturar el clima irlandés de manera perfecta. Este whisky es simple, pero no por eso menos llamativo; en tardes como esta, ¿quién no quisiera olvidar la tortura de llegar pronto el lunes? La calidez de Jameson, sin lugar a duda, es buena ayuda para esta causa.

Pero ninguna tarde puede pasarse bien sin melodías que la apacigüen. En ese sentido, Paco Ibáñez no decepciona. Solo acompañado de su guitarra, el cantante español deleita con sus adaptaciones de famosos poemas románticos españoles. A Goytisolo, Manrique, Celaya, Alberti, y más, se les rinde tributo a lo largo de este concierto, que tiene sus sorpresas. Las presentaciones de cada obra por parte de Ibáñez hacen más llamativo su acto, logrando que nos adentremos en el contexto del autor. Un álbum que no podemos perdernos, si queremos expandir nuestra biblioteca musical y cultural, sin lugar a duda.

Así es como esta tarde sigue pasando, entre canciones y un trago. Es curioso como unos buenos momentos a solas sirven para catalizar el estrés del trabajo y estudios. Si todos los fines de semana fueran así, ¿para qué dormir en la espera del día siguiente?

Los invito a comprobarlo por ustedes mismos.