¡NO TE CALLES!

censuradoPor José Fernando Orellana Wer

A través de la historia, uno de los pilares fundamentales de la Civilización Occidental más amenazados ha sido el de la libertad de expresión. Desde tiempos muy remotos, sus detractores han sido sujetos que le temen a la verdad,  la diseminación del conocimiento y/o a la responsabilidad de pensar por sí mismos.

Los antagonistas de hoy comparten el mismo perfil que el de los de ayer:  fundamentalistas religiosos (hoy en día particularmente de la religión islámica), líderes políticos dictatoriales y populistas, y muchedumbres con mentalidad de borrego que reclaman un pseudo-derecho a  no ser ofendidos, manifestando una especie confort intelectual y emocional que les lleva a creer que no es  el derecho a la libre expresión lo que se debe proteger, sino su “derecho” a estar libres de la expresión de otros.

La libertad de expresión es un principio derivado de la libertad intelectual, es este el derecho que salvaguarda la facultad que tenemos para transmitir ideas y adquirir conocimiento. De otra forma, sin libertad de expresarnos, sería imposible el desarrollo del saber debido a que no podríamos conjeturar hipótesis sobre la naturaleza de la realidad, y luego ponerlas a prueba a voluntad contra esa misma realidad para verificarlas. Es solo planteandonos ideas a nosotros mismos y a otros,  y viendo cuáles resisten los intentos de refutarlas, que adquirimos conocimiento.

Los grandes cambios de largo plazo en la historia del hombre, han sido producto no de revoluciones violentas, sino de la difusión de las ideas. Ese reconocimiento de que son las ideas las que moldean el mundo, ha sido la razón por la cual sujetos con ambición de poder se han empeñado en censurar todo aquello que ponga en riesgo la aceptación de las ideas que ellos promueven.  Es por esa función esencial que cumple la libre expresión en la búsqueda de la verdad, en la defensa de los derechos individuales y en la educación, que individuos cuya autoridad se cimienta en ideas basadas en dogmas, fe y fuerza política, a través del tiempo se han interesado en mermar a toda costa la libertad de expresión, quemando científicos en la hoguera, encarcelando escritores y asesinando artistas.

Dentro de este contexto, considero necesario reflexionar sobre esas muchedumbres con mentalidad de borrego que mencionaba al inicio del texto, pues en mi opinión son una de las mayores amenazas a la libertad de expresión en la actualidad.

Estas muchedumbres están conformadas por fanáticos religiosos, adeptos de la ideología de género, animalistas empedernidos, partidarios de la exaltación de la etnia, socialistas gucci, entre muchos otros individuos, que creen tener un derecho a no ser ofendidos, llegando incluso a hacer uso de la fuerza en contra de quienes no comparten sus ideas y justificándose en que su violencia es solo una respuesta a las provocaciones de quienes disienten con ellos.

Lo anterior se debe a que estas muchedumbres  están compuestas en su mayoría por individuos que han tomado la decisión de no pensar por sí mismos, sino de adherirse a las ideas sin fundamento de terceros, tal es la razón por la que al ser cuestionados se descontrolan, pues no tienen manera de defenderlas al contrastarlas con la realidad y actúan estimulados por mera emoción, sintiéndose ofendidos por el disenso.

Las muchedumbres con mentalidad de borrego, reclaman tolerancia y respeto por sus ideas. Ante este reclamo es válido hacer dos observaciones.

Por un lado, como bien respondió Flemming Rose (ex-editor del diario danés Jyllands-Posten) a una pregunta que le plantee durante un conversatorio hace unas semanas, “la tolerancia no significa que se tiene un derecho a no ser ofendido por lo que otros dicen; significa que nadie debería intentar silenciar a aquellos que dicen cosas con las que uno no está de acuerdo. La tolerancia no es más que el respeto por la libertad”. La tolerancia no se trata de buscar la armonía, sino de promover el respeto a la libertad de cada quien a disentir.

Por otro lado, estos “nuevos censores” caen en la contradicción de creer que las ideas son dignas de respeto, cuando realmente son los individuos quienes deben ser respetados. Cuando se trata de temas de ideología y de religión, existe una tendencia a creer que son ideas que gozan de una categoría superior por lo cual no es correcto cuestionarlas pues deben ser respetadas. Sin embargo, la ideología y la religión no son más que conjuntos de ideas que describen la concepción de aspectos particulares de la realidad que tiene una persona, y como toda idea, deben estar sujetas a constante cuestionamiento.

Otro aspecto alarmante, es la justificación que muchos hacen ante las respuestas violentas de grupos ideológicos y religiosos, que enardecidos por la burla o por el discurso de alguien que disiente, han asesinado caricaturistas y emprendido manifestaciones violentas y destructivas para impedir que se lleven a cabo conferencias. Lo justifican alegando que son producto de una provocación, sin embargo no tienen claro que las palabras, por muy ofensivas que puedan ser,  no violan los derechos individuales.

La libertad de expresión está bajo asedio en Occidente y parte de lo que a través de la historia moderna ha hecho de Occidente lo que es, ha sido un respeto  por la legítima facultad de todos a disentir, a no estar de acuerdo, y a ofender.

¡No cedas ante el miedo! ¡No te auto-censures! ¡Piensa, habla y responsabilizate por lo que digas! ¡No te calles!

 

 

 

 

Imágen: http://bit.ly/2l6htK9

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