Fátima Alfaro

Miradas con las que quiero desvelarme. No solo en el sentido de que, por razones obvias, me quitan el sueño, sino más bien, porque son aquellas por las que me quito el velo.

Son esas que escarban el ser y lo quieren robar todo…y aún así, no puedo negarme. ¿Para qué? Nunca vi tanta sinceridad, nunca algo tan sencillo me hizo sentir con tanta intensidad. Es que, cómo describir esas miradas que no solo ven, sino pintan, iluminan y más bien… me acarician. Cómo explicarle al mundo que son esos instantes, que duran menos que un parpadeo, por los que yo puedo asegurar que lo mágico y lo real existe, se toca y florece.

Las letras no lo dirán tan bien, pero es mi único intento por conservar ese recuerdo.

Sentí frío al principio, me asusté al ver tanta intensidad sobre mí. Luego descubrí que lo que estaba presenciando no solo era bello y digno de admirar, sino más bien, que era un mensaje que debía descifrar. Fue esa curiosidad la que me hizo dejarme llenar por esos ojos. Entonces… ahí lo sentí todo.

Tremenda calma. De esas irónicas que te roban el alma.

No había nada re buscado. Estaba frente a la espontaneidad pura. En esa profundidad yo no veía solo café, yo sentía el color, yo veía el calor e intuía el amor. Pude oír cómo la duda y el sentimiento se ponían de acuerdo. Había silencio, pero eso no importó. Yo veía como todo encajaba en perfecta armonía.

Pude sentir en toda la piel lo exquisito de su vitalidad, recorría mi ser a través de cada nervio, pasaba por cada sentimiento y subía por el cuello sin olvidar el cosquilleo. Sonreí. Por un instante no supe qué me tenía más viva, si esa mirada o su sonrisa.

Vitalidad. Sentí que me lanzaba su palpitar y con ello se establecía una conexión única. Era nuestra. Las palabras y el roce de piel no eran necesarias para acoger tan bello mensaje.Y es que, miradas así son el fruto de quitar velos, dejarse de peros, sentir los besos y apreciar el momento.