Danilo Carías
Allá por el ocaso del mes de octubre en el 2013 obtuve el título de maestro de educación primaria, desde pequeño tuve inquietudes sobre el tema educativo, pero los azares de la vida me mantuvieron alejado de las aulas por unos años, ahora que regreso como parte de un proyecto educativo en oriente, escribiré una serie de reflexiones en torno a la educación en Guatemala.
El descenso en la calidad académica en los centros educativos en nuestro país es un tema preocupante, no solo en el ámbito público, sino también en el privado; especialmente en provincia. Más allá del tema de la gestión del MINEDUC, la liberalización del pensum y los sindicatos que ahogan las instituciones; graves problemas institucionales que necesitan ser atendidos; hay un trasfondo cultural arraigado que quizá sea el más preocupante, la apatía de muchos padres de familia y algunos modelos mentales sobre los centros educativos.
Resulta que a muchos docentes y administradores de instituciones educativas les interesa más obtener el primer lugar en el concurso municipal de bandas rítmicas, a obtener buenos resultados en las pruebas anuales de lectura y matemáticas; de seguro piensan que a los chicos en el mercado laboral se les valorará por su capacidad de tocar un redoblante o de bailar cumbia en la calle, esta mentalidad explica en gran parte las deficiencias existentes en la calidad educativa. En lugar de aprovechar las horas dentro del plantel en educación tecnológica, el aprendizaje de un segundo idioma o la capacitación técnica, prefieren invertirlas en una actividad para nada productiva o significativa en la formación académica de los estudiantes.
No soy enemigo del arte, si es que así se le puede llamar a estas expresiones, pero lamentablemente la situación económica de nuestro país requiere un mayor grado de formación para poder ingresar al mercado laboral en el ámbito formal, debemos ser más competitivos para obtener una plaza de trabajo, y la preparación académica y técnica es parte fundamental para iniciar una vida profesional.
El prestigio de las instituciones educativas no recae en la cantidad de trofeos deportivos en sus estantes, o los reconocimientos de las municipalidades vecinas por participar en los desfiles de feria; recae en la calidad académica y humana de sus egresados. Los directores que obligan a sus profesores a cambiar notas rojas por negras, violan la libertad docente y en algunos casos llegan a consentir actos contra la moral con tal de mantener a los estudiantes en sus centros educativos, no comprenden en qué consiste el prestigio y la buena fama de los centros de formación.
Los padres de familia deben ser más exigentes y plantearse ciertos cuestionamientos sobre la educación de sus hijos, y tratar de cambiar la mentalidad de los formadores ya sea en el ámbito público o privado; restarle poder a los trabajadores de la educación y luchar por una mejora en la calidad educativa, ese es el reto, pero requiere un análisis concienzudo ¿Preferimos el sonido de los tambores o las palabras sabias y las destrezas ventajosas, en la educación de nuestros hijos?, aunque se requiera mayor esfuerzo por parte de los estudiantes, recordad la frase de Catón el Joven… amargas son las raíces del estudio, pero los frutos son dulces, y recordad también que uno de los mejores legados que pueden dejar a sus hijos es una formación académica de calidad en la medida de vuestras posibilidades.