La desigualdad y la innovación (respuesta a Luis Ramírez)

Samuel Pérez Álvarez

Luis Ramírez, en su columna de hace unas semanas, hace un breve análisis sobre sus consideraciones acerca del beneficio del desarrollo tecnológico, las causas de la innovación y los efectos de esta en los precios, para concluir en consideraciones éticas sobre la desigualdad. En esta oportunidad, ante su invitación, me permito hacer referencia a su texto con el objetivo de plantear algunas deferencias en lo que considero errores conceptuales, fallas en los supuestos implícitos y algunas distinciones en las acepciones de la desigualdad y su relación con la innovación.

Primero, es importante hacer notar que la concepción de desigualdad a la que hace referencia el autor, la enmarca en un entorno microeconómico. Dentro de esta rama, los avances tecnológicos, dentro de las estructuras de mercados de competencia, pueden afectar de dos formas que no necesariamente tiene relación con la desigualdad: afectando a la demanda, o a la oferta. Si afectan a la demanda, donde los consumidores desean más smartphones (de acuerdo con el caso que él plantea), el precio se eleva y la cantidad producida aumenta, pero migrando el análisis hacia el consumidor, el aumento del precio implica un efecto sustitución donde las preferencias cambian ante cambios en el precio de acuerdo con las restricciones presupuestarias, y no necesariamente el mercado se vacía como consecuencia de la existencia de amplias desigualdades de ingresos. Esto dependerá de los coeficientes de elasticidad ingreso de la demanda más que de la existencia de ultrarricos que puedan comprar bienes superiores o de lujo.

Por otro lado, si los avances tecnológicos afectan a la oferta, la nueva tecnología implica reducción de costos totales, lo que se traduce en utilidad económica e implica la reducción de precios ante la entrada de nuevas empresas al mercado, y nunca el aumento del precio. Esto, de nuevo, no es atribuido a grandes desigualdades de ingresos, o a si es el primero o el último intento de sacar un producto al mercado, sino que, a la existencia de condiciones óptimas de estructuras de mercado de competencia, lo cual lleva al siguiente punto.

El autor hace su análisis implícitamente bajo los supuestos de mercados de competencia, no obstante, estos supuestos difícilmente se cumplen en realidad y esto tiene importantes implicaciones en la dinámica de los precios. El autor asume que los precios de los productos suben y luego tienden a bajar, lo cual es parcialmente cierto y en todo caso podría suceder si las estructuras de los mercados tienen tendencia a la competencia perfecta, de lo contrario, habrá cierto poder de mercado, como lo indicaba el economista Abba Lerner, que dependerá de la inversa del coeficiente de elasticidad precio de la demanda. Esto implica que las empresas con poder de mercado y demandas inelásticas pueden fijar precios altos, y mantenerlos allí, sin ser necesariamente perjudicados, maximizando sus utilidades económicas, apropiándose del excedente del consumidor.

Esto no solo implica ineficiencia e injusticia, sino que además implica, ante el poder de mercado, que existan barreras a la libre entrada de más empresas al sector, impidiendo una eventual disminución en los precios (como lo plantea Luis). Pero, sobre todo, esto se traduce en una pérdida irrecuperable que excluye a un grupo de consumidores que da como resultado un mercado que, en lugar de disminuir las brechas de desigualdad, las aumenta.

Por último, el tercer punto tiene que ver con la crítica a Oxfam y las concepciones de desigualdad. Como bien se indicó antes, el análisis de los smartphones y los precios de mercado se enfocan en un análisis microeconómico, mientras que las consideraciones de Oxfam, en general (pues no se indicó un estudio específico), tienden a ser macroeconómicas. Los efectos de la desigualdad en la ineficiencia económica, en el bajo desempeño de crecimiento económico y la profundización de la exclusión y la pobreza por mencionar algunos temas. En este sentido, el tema de desigualdad se aborda desde una perspectiva distinta a las dinámicas de precios, innovación, cantidades, pérdidas e ingresos.

La desigualdad en Guatemala, similar a la pobreza, es un indicador incómodo, permeado de mitos y dogmas, relegado al análisis y no a las políticas públicas pues pone de manifiesto el fracaso del modelo de desarrollo económico. El país lleva menos de dos décadas midiendo aceptablemente la pobreza, pero no lleva ni uno solo midiendo profundamente la desigualdad, por lo que el tema está explícitamente excluido de la agenda pública. Si existiera alguna relación entre la innovación y las grandes brechas sociales, ojalá fuera en innovar formas para mitigarlas.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s