Hoy Ecuador decide entre el continuismo o el cambio, ente la dictadura o la libertad. Nos hemos sumergido en tan aberrante situación, que vemos todo blanco y negro. Los últimos diez años han derrumbado todo lo que construimos con nuestro tiempo, sudor y sangre, y no podemos quedarnos a ver cómo nuestro país sigue colapsando. Este día es definitivo. Podría yo escribir un ensayo académico con números y estadísticas, pero la evidencia me perdona. Estas palabras, queridos amigos, son, entonces, un grito de desahogo, el mismo que comparto con más del 60% de ecuatorianos que en primera vuelta le dieron la espalda al oficialismo.
Nos encontramos en la encrucijada, y si no escogemos correctamente, ya nada será igual. Tenemos la espalda torcida, las piernas temblorosas y las manos ampolladas, pero podemos sobrevivir; cuánto tiempo fue el que nos azotaron, el que nos encadenaron, que marchamos devastados, pero siempre mirando al mañana. Somos un país pequeño, pero que no se rinde. Están abiertas las puertas para salir de la dictadura.
Qué daño nos ha hecho el Socialismo del Siglo XXI, matando de hambre a nuestros compatriotas, condenando a la miseria a nuestros amigos, escupiendo sobre nuestros héroes. Qué daño nos ha causado sentirnos minimizados, insignificantes. ¡Qué daño nos ha causado no tener libertad! Y es eso, queridos amigos, lo que debemos recuperar hoy. No hay propaganda que pueda lesionar a un alma fuerte, y nosotros tenemos las más fuertes de todas. Sé que tenemos un largo camino para recorrer, pero también sé que, si pudimos soportar al tirano, podremos soportar la recuperación.
Si hoy tenemos que sentir algo, que sea regocijo, enalteciendo himnos de libertad y de alegría, de triunfo y orgullo, porque saldremos de este infierno. Si hemos de alzar algo hoy, que sean nuestras frentes y vasos, brindando por un nuevo comienzo, porque este día, queridos amigos, este día haremos historia. Así he dicho antes, construimos nuestro hogar con tiempo, sudor y sangre, y así debemos defenderlo.
Una vez dijo José Joaquín de Olmedo, prócer guayaquileño y símbolo nacional:
Nosotros guardaremos
con ardor indecible
tu fuego inextinguible
¡oh santa Libertad!
Como vestales vírgenes
que sirven a tu altar,
como vestales vírgenes
que sirven a tu altar.
Por la libertad, entonces, queridos amigos, que nuestras copas choquen hoy para anunciar el fin de la dictadura. ¡Vamos por el cambio!