Anónimo
Desde ese lunes que te fuiste te escribí cuatro poemas, un cuento para dormir y siete cartas; Porque me doliste, porque te llore y me quede sin respirar para poder aguantar el dolor. Desde entonces me prometí no contártelo, no llamarte para rogarte ayuda. Me juré no rendirme ante tu ausencia y mantener lo poco que me dejaste de orgullo.
Y vaya si no lo he cumplido, solo mi almohada sabe las veces que me amarre las manos para no escribirte; solo mi cuarto conoce el control inhumano que utilizo para no salir a buscarte. Es que condenado, ¡te extraño!, con esa nostalgia enferma que se muere por volver a sentir tu olor, con este cerebro que se muere por escucharte hablar y con estos ojos que se mueren por volver a verte y contar tus lunares.
Pero control, porque si te busco Dios me guarde y sepas como me sentí, cuanto te amo y lo que estaría dispuesta a hacer por vos.
Me imagino que vos sos feliz, y ¿qué más? si nunca te importó. Yo así te quería, frio, explosivo y controlador; con tus opiniones irrefutables y tu paciencia nula. Te repito, te extraño, pero no puedo más. Como siempre te dije, primero yo y después vos, pero te prometo loco que si me logro curar de amor vuelvo y te busco, rompo mis promesas, y lo volvemos a intentar. Tal vez esta vez no me enamoro.