Dentro del plano liberal predomina la idea de la importancia de la batalla de las ideas, que vaya si no es grande, profesores universitarios, periodistas, analistas de todo tipo dejan que corran ríos de tinta para combatir las medidas colectivistas de los políticos de turno; los formadores de opinión cumplen con una función importante en la sociedad, son generadores de cultura y crean un bagaje de ideas que permanecerá en el imaginario social por mucho más tiempo que las políticas públicas transitorias.
Al igual que los formadores de opinión, los emprendedores y empresarios que se dedican a sus actividades comerciales en el marco de la libre competencia sin tratar de obtener prebenda alguna por parte del Estado son importante en extremo, lideran la carrera de la innovación y generan valor día con día en la provisión de bienes y servicios.
Ahora, el marco de condiciones que permite la disrupción y la innovación en la sociedad está vinculado con el Estado de Derecho, y con la forma en que se llevan las riendas de la administración pública. ¿Qué os dicen nombres como Ronald Reagan o Margaret Tatcher? ¿O en menor escala, Esperanza Aguirre? ¿Qué hubiera pasado si ellos no hubieran dado el paso al frente para participar en política? Gran parte de la defensa de la libertad individual está en el estudio del Derecho Público, estudiar como el poder está sometido al Derecho, y cómo sus relaciones pueden permitir un equilibrio que redunde en bienestar social.
El ejercicio de la función pública no debiera ser motivo de condena por parte de quienes poseen vehemencia hacia las ideas liberales, al contrario, si alguien con afinidad con el liberalismo decide iniciar una carrera judicial, ser asesor en el parlamento o funcionario público en el ejecutivo debería contar con apoyo de quienes compartimos el ideario. Siempre hay que tener claro que no se pase a ser una pieza más en el andamiaje burocrático estatal, sino un agente clave para influir en decisiones políticas, reformular modelos en la prestación de servicios públicos y encaminar a la administración pública por la senda de la eficiencia propia de los procesos de mercado.
Las ideas nutren los programas políticos y guían las acciones en ese plano; para el ejercicio de la función pública, tienes fuertes incentivos para que te acompañen los mejores profesionales, probos y capacitados para la ejecución de su trabajo, compartirás responsabilidades y consejos en momentos de tribulación. Es por eso que la ley preveé la figura de los cargos de confianza, entre los libros y tus colegas deben ayudar a reducir el desgaste por el ejercicio del poder y recordar a cada momento los ideales políticos que os movieron a participar en la administración de la cosa pública. Y qué mejor si esos ideales son la firme creencia en la libertad individual, el respeto a los derechos fundamentales y a la dignidad humana, tomando en cuenta la importancia de la tradición y de los valores dentro la sociedad.
El ejercicio de la función pública acarrea una responsabilidad enorme, para con los electores y los tributarios en general, pero es allí donde se libran las batallas que pueden mejorar las condiciones de vida de muchas personas en el corto plazo, garantizar el respeto de los derechos individuales y un marco favorable al crecimiento económico, y por ende a la mejora de las condiciones materiales de vida.
Los grandes cambios, las mejores reformas, se hacen desde dentro.