Quien no fue algo socialista a los veinte no tiene corazón. Quien lo sigue siendo a los treinta no tiene cabeza.
Es difícil entender cómo el país con las mayores reservas de petróleo del mundo puede llegar a estar en una situación como en la que Venezuela está actualmente. Hace no mucho, los venezolanos disfrutaban de una de las democracias más consolidadas del continente, y podían presumir de ser el país más rico de la región.
Al primer venezolano con el que tuve la oportunidad de conversar sobre su país lo conocí el año pasado. Era un día de verano, exageradamente caluroso para mi gusto. Fuimos a Stone Mountain Park, un parque con, literalmente, una piedra gigante que se puede escalar. Lo más interesante de nuestra conversación fue cuando hicimos una comparación con Colombia. Daniela y Alejandra, mis dos amigas colombianas, dijeron “todos los venezolanos aman a Uribe”. Él les respondió: “si Uribe le declarara la guerra a Venezuela, yo pelearía con Colombia.”
¿Casualidad?
Lo que encontré mientras iba subiendo
Mientras escribía esto, me recordé que conocí antes a Marian. Con ella fuimos a Eclipse, un restaurante-bar en el que se puede bailar, si se encuentra espacio en la pista de baile. Antes, fuimos a Hudson Grille a cenar. Ahí, me contó lo mucho que extrañaba a su mamá, que se quedó en Venezuela. Esa noche conocí a más de sus compatriotas. Todo venezolano tiene una historia que contar.
Javier, el más feliz en la foto
Así, mientras se comparte con personas que prácticamente tuvieron que salir huyendo de su país, te empezás a conmover profundamente, y te das cuenta que Guatemala no está tan mal, al menos no comparativamente.
Un tiempo después conocí a Susana. Sin duda, ella es la venezolana que más impacto ha causado en mí. En un escrito corto titulado “Venezuela sin Venezuela”, plasmó lo siguiente: Mis sentimientos no son encontrados. Estoy en un país extraño y se siente como si mi identidad se desvanece. Mi corazón se hace trizas al darme cuenta que de verdad crecí de tus raíces, que se sienten mías, robadas por otros.
Millones de venezolanos la están pasando mal. Los que se quedaron, porque aparte que no tienen que vivir una odisea para conseguir comida, son constantemente reprimidos, con el uso de la fuerza en la mayoría de los casos, por un gobierno que no respeta ningún tipo de derecho. Los que se fueron, la están pasando mal porque seguramente hay días en los que no se sienten ni de un lugar ni de otro. Están en un país ajeno al suyo, sabiendo que, si extrañan las arepas o las calles de Maracaibo, no pueden regresar, porque de todas formas ya no van a encontrar todo lo que solían amar de su país.
Muchas veces me han preguntado porqué me tomo tan personal el hecho de que alguien defienda el socialismo. De verdad, no puedo creer que haya tanto caradura que siga creyendo en la aplicación de una teoría que destruye vidas, que destroza los sueños de generaciones enteras, que provoca tanta muerte y hambre, y que separa hasta a las familias más unidas.
Es indefendible el discurso que se basa en premisas como “el socialismo no se ha aplicado”, o “al socialismo no necesariamente hay que temerlo”. El socialismo efectivamente sí se ha aplicado, y sus resultados se pueden ver desde la Unión Soviética, hasta Cuba, y finalmente, en Venezuela. Al socialismo, sus propuestas económicas, y su irrespeto por los derechos individuales es algo a lo que necesariamente hay que temerle, y es una ideología que se debe combatir constantemente.
Todavía recuerdo cuando mi abuelo me hablaba de Chávez. Yo me creí el discurso de que nacionalizar todo era lo mejor, y que repartir toda la riqueza era lo justo. La realidad demuestra que lo único que puede sacar a un país de la pobreza es el libre mercado, junto con un gobierno republicano-democrático y con una estructura de derechos y libertades bien establecida y respetada.
A todo joven latinoamericano que crea en la libertad y que quiera que su país progrese le debe preocupar lo que está pasando en Venezuela. Cualquiera de los países de la región (probablemente exceptuando Costa Rica, Uruguay y Chile) está a una sola generación de pasar a un régimen autoritario, que encima lo único que podría redistribuir es la pobreza.
Ahora Susana ya no escribe más. Ahora son muchos los que están sufriendo, mientras la mayoría se limitan a observar.
A todos los venezolanos a los que lleguen estas palabras, los invito a seguir luchando por tener un mejor país. Desde aquí les digo, ¡no están solos!
Me has llegado con tus palabras al Corazon y a los mas profundo de El.
Cada dia muere un joven de la edad de mi hija Susana, hoy siento culpa por hacer el esfuerzo de que mi hija camine por otras calles que no sean las nuestras, lloro su ausencia cada noche que no puedo estar con ella, hoy siento el dolor en mi pecho cada vez que escucho o pretendo sentir el dolor de esa madre que hoy pierde a su hijo, «no es justo, no es justo» decimos la malloria de los que pisamos hoy los 40 y disfrutamos una niñez libre, una adolescencia en donde estudiamos en lo que considerabamos unas de las mejores Universidades del Continente, años arrebatando la libertad de tener lo Basico, hoy nos arrebatan lo que más nos duele (La Familia) ya nada nos queda!!!!
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Es lamentable todo lo que está sucediendo en Venezuela. Tengo la esperanza que la situación pronto va a mejorar; pareciera que el chavismo está en sus momentos finales. Muchos latinoamericanos estamos empujando a la sociedad civil venezolana para que puedan recuperar su libertad. Susana cuenta con todo mi apoyo y aprecio. Un saludo desde la Ciudad de Guatemala.
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