Derecho vs Economía

José Javier Gálvez

Suelo decir, medio en broma, medio en serio, que estudio Derecho en las aulas de mi universidad y Economía en su biblioteca. Tal vez de niño desarrollé un sentido crítico y una curiosidad por indagar más lo suficientemente audible como para hacerme saber que yo no iba a estar de acuerdo con muchas de las cosas que me dijeran en las aulas. Y así fue. Y como sólo podía escoger una carrera de pregrado a la vez, no iba a decepcionar a mi atracción por las ciencias políticas y la economía sólo porque las tareas de la Facultad de Derecho consumían casi todo mi tiempo.

En fin, de mis lecturas variadísimas, de mis dudas sobre casi todo y de mis ganas de encontrar soluciones, comenzaron a surgirme planteamientos como el de hoy: la lucha entre el Derecho y la Economía. Primero, pongámonos un poco en onda.

Poniéndonos en contexto

En países como los latinoamericanos, donde los políticos que no saben de Economía ni de Derecho creen que el Derecho y la Economía funcionan exactamente igual al Gobierno, porque según ellos surgen de él, la coexistencia de ambas materias supone la subyugación de una de las dos a la otra. Entiéndase: usualmente, la economía la dictan las Leyes porque si el Gobierno no está por encima de todo, no puede haber “igualdad”.

Sabemos que las Leyes las crea el Estado. De ahí lo peligroso que es suponer que los Derechos también. No es así. El Estado, por medio de Gobierno, no crea Derechos ni los otorga. Pero sí está obligadísimo a garantizarlos. Esa es su función. Por muy gramaticalmente lógico que suene, el gobierno no debe buscar gobernar la vida de sus habitantes, sino garantizarles que la vivan de acuerdo a sus derechos, naturalmente adquiridos y no burocráticamente creados.

Y por más que las Constituciones deleguen la soberanía nacional en los Parlamentos para crear las Leyes, es ilegítima esa constante ambición por regular todo lo que toca. Hemos convertido al Derecho en el Midas de la tiranía. Y establezco que es ilegítimo, por una simple razón: las múltiples materias que hoy el Derecho regula no son menos importantes. No surgen de él. Las Ciencias Jurídicas tienen que tener un límite y ese límite es la mera existencia de las demás disciplinas.

Hoy, en nuestros países con eslóganes anti libertad, el Derecho y la Economía se enfrentan. Y no sólo la Economía. El Derecho se ha convertido en un fenómeno tan grande que es capaz de absorber todas las materias que se nos ocurran.

¿Cuál es el problema?

Hacia abajo o hacia los lados

Lo que constituye un problema es esencialmente el resultado de nuestro todopoderoso Derecho: la estructura económico-social es algo así como una escalera en la que el eslabón más alto da origen a los demás y desde ahí los vigila y oprime.

Y esto no tiene más razón de ser que el intento vil de controlar absolutamente todo. Retomemos el ejemplo de la Economía. Más específicamente, de ese fenómeno tan incomprendido del Mercado. Que el Derecho intente regularlo en su totalidad es pasar los límites de su competencia legítima. Como la Ley surge del Gobierno, este termina estando a cargo del Mercado, que ya estaba suficientemente bien con sus propias leyes y principios.

La relación deja de ser vertical y suprime la autosuficiencia del mercado y la libertad de sus actores. El sistema en que vivimos no va hacia los lados, sino hacia abajo, cada vez que una nueva ley regula un poco más la forma en la que sus ciudadanos deben vivir.

Entonces, si no está para prohibirnos cosas, ¿para qué está el Derecho? ¿De dónde surge?

Iusnaturalismo

El iusnaturalismo es la teoría que cree y me hace creer que el Derecho es inherente al hombre. Que no es una especie de pacto social en el que nos sometemos de forma voluntaria a la autoridad hoy tricéfala porque sabemos que somos una especie asilvestrada que comenzaría a matar, robar y violar si no existiesen normas que nos lo prohíban.

Principalmente, porque las normas que prohíben (como el Código Penal) sí son parte del Derecho Positivo, pero no por su existencia el crimen que tipifican se detendrá. Por eso el Derecho es el deber ser; además, porque nadie nunca nos preguntó si estábamos de acuerdo con los términos y condiciones de nuestra República antes de nacer en ella.

El desdén posmoderno con el que hoy se trata el tema de la naturaleza lo resuelve Murray Rothbard de una manera muy concreta: “Si A, B, C, etc., tienen diferentes atributos, debe concluirse que tienen diferentes naturalezas. Y se concluye igualmente que cuando estas cosas diferentes se encuentran e interaccionan, se producirá un resultado específicamente delimitable y definible. En síntesis,  unas causas específicas y delimitables tienen efectos asimismo delimitables y específicos. La conducta que se observa en estos seres e s la Ley de su naturaleza.”

Y ese mismo iusnaturalismo enteramente racional produce Leyes positivas enteramente racionales que eviten la transgresión de los principios más básicos de la naturaleza humana. Y el más transgredido el día de hoy es la Libertad.

Principalmente, porque nuestros sistemas jurídicos constituyen métodos de control de la actividad humana, y no meramente medios facultativos y procedimentales para garantizar los mismos principios de la propia naturaleza humana.

Los Derechos que nos inventamos…

Una de las consecuencias más grandes de este Derecho transgresivo de libertades es que quienes gobiernan la vida de los demás obligan al individuo a velar por cosas absolutamente fuera de su poder bajo el pretexto de que son Derechos de los demás.

Y esto a través del mecanismo de los impuestos. La actividad económica (y aquí vuelve la lucha que le hemos asignado al Derecho y a la Economía) está hiperregulada al punto que tributamos sobre toda acción económica sin importar de qué lado de la transacción estemos. A través de los impuestos, se supone que podemos garantizar “derechos” como el de la salud y la educación. La premisa es insostenible en sí misma y la evidencia es que se supone que a través de los impuestos nos encargamos que la salud y la educación lleguen a los más pobres, cuando la realidad factual es que bajo estos mecanismos en nuestros países la educación y la salud no llegan así a los más pobres.

Y sabemos que estos “derechos” por más reconocidos que estén en nuestras Constituciones, son irracionales. Me permito hacer mención de nuevo de las palabras de M. Rothbard: “De igual modo, si alguien afirma que todo hombre tiene “derecho natural” a tres excelentes comidas al día, se vería con deslumbrante claridad que está cometiendo una falacia, pues en numerosos tiempos y lugares es físicamente imposible proporcionar estas comidas a toda y ni siquiera a la mayor parte de la población. No se puede, pues aseverar que nos hallamos en este caso ante algún tipo de “derecho natural””.

 Y es que evidentemente crear derechos antinaturales no soluciona el problema de la irracionalidad e imposibilidad de su existencia fundamental.

En fin…

La única solución viable para un Derecho que se pelea con la Economía y con la Libertad es delimitarlo a garantizársela. Seguridad jurídica es que el Estado no nos salga cada día con una nueva Ley que nos obligue a actuar contra nuestra propia naturaleza, ni que nos coaccione contra nuestra propia libertad.

Margaret Thatcher dijo una vez que no hay libertad individual sin libertad económica.

Y yo dije una vez (y no he dejado de repetirlo) que a mí el Estado no me manda.

 

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