La muerte no ha sido una completa extraña en mi vida, sin embargo, ha sabido mantener distancia a lo largo de los años. Lo cierto es que, nos alcanza a todos.

Hace no tanto perdí a una persona muy importante en mi vida. Me he preguntado, desde entonces, qué lo motivo a partir. A veces siento, es una corazonada, que la soledad nos motiva a hacer cosas arrebatadas. Lo cierto es que a nadie le gusta estar solo. Con el correr del tiempo, algunas relaciones se debilitan. De pronto tus amigos dejan de tener cosas en común contigo, tu familia empieza a acortarse, tus amores se van. No es que se quiera menos, solo, la falta de coincidencia empieza a notarse más.

Hace dos días paseaba por un cementerio y no pude evitar pensar en la soledad. Habían tumbas con telarañas y flores que se ausentaban de los espacios donde debían estar. Pensé entonces en lo duro que debe ser estar ahí: enterrado entre tanto extraño con una última frase y dejado al abandono. Porque, pueden quererte mucho, pensarte mucho, extrañarte mucho, pero siempre llegará el momento en el que deben dejarte ahí, solo.

No hay nada más triste, entonces, que ir al entierro de alguien que dejó la vida por sentirse solo. Porque no dejas de pensar como, al marcharte, vas a dejarlo más solo que nunca.

Ahí,
Bajo la tierra,
A tantos metros de distancia.
Es tan ajena la muerte, tan grande, tan terca, está tan sola. Llevémosle una flor a nuestros muertos. Una flor que pase la noche con nuestros amados.

Les dejo una canción que escribí:

¿Hasta cuándo?

Desde acá
todo se ve
pequeño.
Desde acá
todo se ve
sin ti.
No ha cambiado
al parecer
nada.
Pero los colores
le pesan a mi piel.
De luto
haciendo pausas
y fría,
se quedó mi vida
en pausa
corazón.
Desde aquel día,
¡mi cielo!,
desde aquel día,
te llevaste a mi corazón.
Son livianos los ramos
y cortas las despedidas.
Te beso al aire
y te pienso con el corazón.
Desde aquel día,
¡vida mía!,
desde aquel día,
enterraron contigo
a mi
corazón.

 

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