«Start spreadin’ the news, I’m leavin’ today. I want to be part of it, New York, New York.» Frank Sinatra.
Salimos de D.C. ente las 8 y 9 de la mañana. El viaje fue de un poco más de 4 horas. Pagamos unos 40 dólares de peaje para pasar entre Maryland, Delaware y New Jersey. Llegamos a New York pasado el medio día. Ver Manhattan desde lejos es un momento que nunca olvidaré.



Dejamos el carro a unas cuadras de nuestro room– apartamento (que conseguimos por Airbnb en no más de 200 dólares). Tuvimos la suerte de encontrar un parqueo a unas cuadras.
Nos quedamos en el apartamento de una venezolana. Está ubicado en el Upper East Side de Manhattan.
Caminamos desde donde nos estacionamos hacia Central Park. Nos cruzamos medio parque para llegar a la Quinta Avenida. La experiencia hubiera sido más agradable de no ser por el sofocante calor. Inclusive pensé en subirme a uno de los bicitaxis, que en su mayoría son manejados por inmigrantes que hablan francés. Cuando vi que cobraban 5 dólares por minuto decidí seguir hasta mi destino.


Aprovechamos a hacer compras en H&M y Zara en la 5th avenue. Dicen que en esa parte de NY no cobran impuestos al comprar ropa, pero la verdad no me percaté si era cierto.
5th Avenue



Sabíamos que teníamos poco tiempo para conocer la ciudad. Decidimos empezar esa noche por el Puente de Brooklyn. Usamos el metro, que cobra 2.75 dólares por cada vez que se entra, permitiéndose, inclusive, cambiarse de vagón y/o de ruta. Usamos una sola tarjeta entre los 4. En más de una estación vimos ratas prácticamente a la par nuestra. El Metro de Nueva York no es precisamente el mejor transporte público del mundo, pero se podría decir que es funcional.
Brooklyn Bridge
Del puente caminamos a Broadway, y de Broadway a Wall Street. De casualidad llegamos en el mejor horario para tomarnos fotografías. Sitios que están repletos durante el día los encontramos casi vacíos luego de las 11 de la noche.

Wall Street
La Bolsa de Valores de Nueva York es la más grande del mundo. Se calcula que anualmente se realizan transacciones por unos 50 mil millones de dólares.

Tuvimos suerte de encontrar el Toro prácticamente solo. De día es imposible tomarse una fotografía como la que les comparto. Hay decenas de personas a su alrededor.

Trinity Church es una iglesia de confesión episcopal situada en Wall Street. Su construcción se remonta al año 1846.

De Wall Street caminamos hacia la Zona Cero. Nos decepcionamos al ver que estaba cerrado. Únicamente abren la inmensa fuente entre 9 y 5 de la tarde. Volvimos a subir al Metro para llegar a Times Square.
Vimos el Oculus, que fue diseñado por el arquitecto Santiago Calatrava, ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1999) y del Premio Europeo de Arquitectura (2015). Adentro hay una estación de metro y el centro comercial Westfield. Su diseño busca emular una paloma que alza vuelo desde las manos de un niño.

El One World Trade Center es el edifico más alto de New York y del Hemisferio Occidental. Tiene el mismo nombre que la Torre Norte del World Trade Center original.

La experiencia de estar en medio de Times Square muchos la describen como una especie de «éxtasis capitalista», y efectivamente lo es. Ver todas las pantallas, las luces y las tiendas enormes es indescriptible, se tiene que estar ahí para poder darse cuenta de la magnitud del ingenio humano, y de lo que se puede lograr cuando se aplica capitalismo. A la vez, me di cuenta de la inseguridad que se respira en la Gran Manzana. La ciudad está repleta de policía, y por todas partes se puede leer «if you see something, say something«.
Times Square

Al día siguiente amaneció lloviendo. Estacionamos nuestro vehículo alquilado a unas cuadras del Empire State. Nos cobraron 10 o 20 dólares, por todo el día, la verdad no recuerdo la cantidad exacta. Fue un alivio saber que no era más. Por suerte la lluvia se quitó después de parquearnos.
Tiendo a usar mucho bloqueador cuando estoy de vacaciones. Durante este viaje casi no tuve que usar, puesto que por la altura de los edificios hay partes de la ciudad en las que casi no da el sol.
Cuando llegamos al Empire State empezó a salir el sol. Mientras íbamos subiendo al piso 86 se me taparon los oídos. Nunca había subido a un edificio tan alto. La vista de Manhattan desde arriba es imponente.
Subir hasta ahí cuesta 35 dólares. Subir hasta el último cuesta 55. Recomiendo subir «solo» hasta el 86.
Empire State

Luego, dado el horario tan apretado, nos fuimos directo al Metro para llegar a la Zona Cero. Ya sabíamos que existe una línea directa, es la E hasta la última estación: «World Trade Center«.
Tuve un momento muy emotivo al estar enfrente de aquella fuente. Leer los nombres de algunas de los miles de víctimas de los brutales atentados del 11 de septiembre llena de tristeza, pero también de admiración por cómo la ciudad se ha recuperado a ya casi 20 años de aquel fatídico día. El que se toma una foto sonriendo en ese lugar demuestra una ignorancia histórica muy grande.


Zona Cero
Reflecting Absence. Así se llama el monumento en memoria de las víctimas. A su alrededor están los nombres de todas las víctimas de los ataques en New York, Washington D.C. y Pensilvania. Hay una pool por cada torre. Yo solo vi una. Creo que la otra la tenían cerrada.
Después caminamos hacia dónde se toma un ferry para ir a la Estatua de la Libertad. En la mañana nos enteramos que había uno sin costo hacia Staten Island, que pasa enfrente de Liberty Island, isla en donde está situada la estatua. Ahí nos ahorramos unos 30 dólares.

Cuando tenía 5 o 6 años una de mis profesoras del colegio me contó que la Estatua de la Libertad era lo que los europeos miraban luego de una larga travesía por el Océano Atlántico. Ver el monumento significaba que se había llegado a tierras libres de la opresión de las monarquías de Europa. Sin lugar a dudas, saber el significado de un monumento y/o lugar permite disfrutarlos exponencialmente.
Estatua de la Libertad
Al final, tomamos el Metro para regresar al centro de Manhattan. La energía y el tiempo solo nos dieron para ir a la icónica Grand Central. Antes, comimos unos cupcakes «Carlo’s». Por tres dólares comí el mejor de mi vida.

Grand Central
Nos llevamos la sorpresa de que estaban filmando una escena de una película adentro. Atrás se ven las cámaras.
La energía y el tiempo ya no nos dieron para ir ni a Naciones Unidas ni al Madison Square Garden. Tampoco pudimos ir al Metropolitan Museum of Art ni al Museum of Modern Art. Para una próxima ocasión será.
Edificio Flatiron, lo último que fotografié en New York. Era el momento de volver a D.C.
