Por José Fernando Orellana Wer
Si sobre algo podemos reflexionar a raíz del más reciente caso de corrupción llevado a tribunales por el Ministerio Publico y la CICIG, es sobre las consecuencias no deseadas que suele acarrear el no actuar con base en principios.
Actuar por principio implica pensar y conducirse partiendo de ideas que tomamos como fundamento para guiar nuestro pensamiento y curso de acción. Los principios no son ni reglas sin propósito, ni absolutos sin contexto, sino instrumentos que se aplican en el marco de una situación determinada. Es decir, se aplican con un propósito y tomando en cuenta todos los hechos relevantes.
Actuar por principio nos permite encontrar los medios más prácticos para alcanzar nuestros fines, y poderlos conservar. Es una falsa dicotomía esa de argüir que si uno actúa apegado a principios no se puede ser práctico en la toma de decisiones. Al contrario, únicamente con base en principios se pueden evaluar correctamente todos los cursos de acción posibles, y tomar aquel que más beneficio generará en el largo plazo,considerando las consecuencias de cada uno de esos cursos de acción. Así pues, una persona íntegra ve lo que está en juego más allá de los incentivos del momento.
Sin embargo, en el caso que inspiró esta reflexión, nos encontramos con muchas personas que con sus acciones demuestran que si bien algunos pueden tener principios, están dispuestos a violarlos porque no consideran que los mismos sean absolutos. De esta forma, para estas personas solo existe “lo que funciona”, sin tomar en cuenta que “lo que funciona” no siempre es lo correcto, no siempre es lo moral, no siempre es lo responsable y no siempre es lo que permite mejorar en el largo plazo.
Aparentemente, la situación en la que se encuentra una gran parte de los involucrados en el caso #CorrupciónYConstrucción, es una muestra de las consecuencias que tiene el no actuar por principio, en otras palabras, los efectos de ser pragmático.
Un pragmático, es alguien que se topa con un lobo hambriento en la entrada de un puente estrecho, creyendo que él va a poder pasar el puente y nada va a sucederle porque él es capaz de negociar con el lobo, ya sea, para que no se lo coma y lo deje pasar, o para que se coma a otros primero (sin tomar en cuenta que eventualmente, cuando se quede sin alguien para comer se lo comerá a él). De esta forma, las consecuencias del pragmatismo, no son más que las consecuencias de falsear la realidad.
Y es que el error de los pragmáticos está en creer que los principios son limitantes al momento de intentar resolver problemas o alcanzar objetivos determinados.
En el caso de #CorrupciónYConstrucción nos encontramos con una amplia gama de pragmáticos que aparentemente tomaron diferentes cursos de acción que van desde pagar sobornos a funcionarios públicos para que el gobierno contratara obra con ellos y para que la deuda por el trabajo realizado les fuera cancelada, hasta financiar una excelente campaña de concienciación electoral con dinero de una empresa vinculada a uno de los que en ese entonces era un posible candidato a la presidencia, en todos los casos porque era “lo que funcionaba”.
Al final, a todos les reventó la realidad en la cara por haberla falseado.
Lo que es aún más lamentable, es que en algunos casos, las acciones de estos pragmáticos no los afectan únicamente a ellos, sino que se llevan injustamente en la colada a personas con principios que en un momento dado confiaron en ellos.
Por actuar con base en “lo que funciona”, muchos terminan siendo los responsables de su propia destrucción y el lobo se los termina comiendo.
Estoy de acuerdo, ya que los principios son una guía pero no son limitantes al momento de alcanzar un motivo determinado.
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Reblogueó esto en El Rincón de Galty comentado:
El presente artículo fue publicado el 11 de Agosto de 2017 en Lucidez Heterogénea.
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