Andrea Monterroso
El hospital Roosevelt recibe más de 800 emergencias diarias, aloja alrededor de 1,500 pacientes y entre visitantes y personal circulan todos los días en el edificio aproximadamente 2,000 personas. Entonces, ¿Qué les hizo creer a los atacantes del hospital que podrían entrar, cumplir su objetivo y salir sin ser detectados? ¿Contemplaron la alta probabilidad de ser detenidos? ¿Tenían un plan? Durante estas líneas invocaremos algunas premisas de comportamiento neurocientífico para responder a las interrogantes.
Existen diversas opiniones acerca de lo que motivó a los atacantes a actuar de forma violenta. Mi opinión es que no existía un plan premeditado que resolviera de forma eficiente la tarea asignada y que tampoco estaban conscientes del alto riesgo que implicaba entrar y salir de un lugar tan transitado. Por lo tanto, la violencia es una consecuencia de la falta de premeditación y la toma de decisiones impulsiva. Pese a ello, en contra de lo que nos gustaría, esto es un comportamiento evitable en la medida que se logre identificar.
El área de la corteza prefrontal del cerebro es la encargada de realizar los actos relacionados a la planificación y a la toma de decisiones, entre otros. De ello que estudios han permitido asociar algunos de los comportamientos criminales a un área prefrontal menos desarrollada en los individuos. En ese sentido, aunque existe poca evidencia empírica en Guatemala, es alta la probabilidad de que alguno de los pandilleros tuviera un área prefrontal subdesarrollada, ya que se ha demostrado que la desnutrición es una de las causas de carencias cerebrales.
Tomando como cierta la anterior afirmación, se puede explicar en alguna medida la falta de un plan premeditado por los pandilleros. Puedo imaginar la reunión en la mañana de todos los atacantes y convenir como aparente estrategia un “no importa, de todos modos tenemos las pistolas” y es que en realidad ese razonamiento responde a la inexistencia de un universo de posibles soluciones diferentes. En esa situación la corteza frontal, específicamente el área dorso lateral, juega un papel importante ya que la incapacidad de planificación se asocia a poca retención de información, bajos niveles de atención y bajo umbral de adaptación. Por lo tanto, su forma de actuar les resultaba lo más racional.
Una corteza prefrontal menos desarrollada también explica la escasa capacidad de medir consecuencias. La toma de decisiones es más lenta y no se miden los efectos con base a hechos, ya que su capacidad de aprender rápidamente de las experiencias de otros es menor.
En consecuencia, la violencia y el asesinato de civiles fue una respuesta natural ante la inminente amenaza de ser retenidos o no cumplir con sus objetivos. Como mencioné, es explicable, para aquellos que tienen problemas para pensar en un plan, seguir los pasos del mismo y buscar otros escenarios alternativos; y que tampoco miden las consecuencias y el alcance de sus actos.
Es importante remarcar esta información, porque de alguna forma la violencia injustificada e impulsiva es explicable y debemos promover el estudio neurocientífico en privados de libertad, para tomar medidas de seguridad de acuerdo a su perfil particular.