Las flores, mis flores, nuestras bellas flores. Me pidieron que las dejara morir en la oscuridad repleta de indiferencia .
Tantos sacrificios que nos llevó verlas crecer y ahora querían matarlas de hambre.
Sin agua, sin libertad, con una dosis extra de miedo.
Me lo rogaron hasta quedarse con un par de promesas, repletas de mentiras, en las manos. Incluso, fingieron arrodillarse ante la ruidosa revolución que hemos logrado ser.
Ilusos. Nuestros pétalos pueden palpitar todo, menos la ingenuidad de volver a ser esclavos.
Así que, yo no me moví. Nadie se movió. Solo la bandera a media asta lo hizo.
Ni siquiera la grandeza del cielo fue capaz de encerrar ese momento.
Ese instante en el que nos dimos cuenta de que seguíamos vivos y de que el verbo vivir no pertenece a nadie más que no sea a nosotros mismos.
Las flores, mis flores, nuestras bellas flores. Observé a mi alrededor y de la tierra seca resurgieron nuestras hojas. Del fango brotaron nuestras ganas. De la sangre nació la indignación que nos hizo movernos.
El Sol en la cara de nuestra joven e infinita inconformidad, el viento enredado entre mi fe y mi voz explotando en mi boca. Eso me bastó.
Eso nos bastó a todos para creernos que por nuestras venas no corre el silencio, sino que el cambio.
Las flores, mis flores, nuestras bellas flores. No tengan miedo o dudas ni un solo segundo. No las abandonaremos, no nos haremos para atrás, no queremos verlas doblegarse un día más.
Por ello, prometo esto:
Florecerán.
Florecerás, Guatemala.
Floreceremos todos juntos.
Pintura hecha por: Emiliano Manuel, Annika Lehnhoff, Sylvaka Lehnhoff, Gabi Lehnhoff y Paula Valencia