¿Cómo llegue a tener que ir y venir de Costa Rica el mismo día? Es una historia tan larga, que es más fácil contar lo que viví en las seis horas que estuve allá. Pero, para que se den una pequeña idea, fue, básicamente, por trabajo.
Salí en el vuelo del las 8 de la mañana. Volví a usar mi Priority Pass después de varios meses sin hacerlo. Como siempre, no acepté la comida que me ofrecieron. Casualmente, nunca me gusta lo que me ofrecen (sin costo).
Cometí el grave error de llevarme una mochila que tenía el zipper medio zafado. Me sorprende lo distraído que puedo llegar a ser. Al llegar a la puerta de abordaje, unos policías la revisaron. Solo a mí se me puede olvidar no decirle que el zipper estaba mal. Cuando me la devolvió, ya era demasiado tarde. Me tuve que subir al avión con un «paquete» que no quería cerrar.
La gente de Avianca no me ayudó. Terrible experiencia. Primero, no entiendo porqué revisan en la puerta a sus pasajeros. Ni siquiera cuando viajo a Estados Unidos hacen hacen eso. Segundo, no sé como su personal puede ser tan indiferente ante una situación como la mía. No me pudieron dar ni un gancho, ni cinta adhesiva, o cualquier cosa para medio arreglarlo.

Fue bueno divisar a la Tiquicia desde el aire después de un par de años sin ir. Qué felicidad volver a la pura vida. Al menos hasta que llegué a migración. El Juan Santamaría ya no se da a basto. Me tardé una hora para salir. Urge que se inicie la construcción del nuevo aeropuerto.
La buena noticia es que ya no dan el papelito para salir. Si usted lo perdía, la salida del país se complicaba muchísimo. Tampoco se tiene que pagar el impuesto de salida en un banco el día anterior. Ambas eran prácticas arcaicas.
¿Lo primero? Reparar la mochila. Tomé un Uber por primera vez en Latinoamérica. Excelente. Qué bueno es evitar los taximetros de los ticos.
Me fui al City Mall. No lo conocía. La última vez que estuve allá el mall más grande de Centroamérica era Multiplaza Escazú. Ahora es este comercial que está en Alajuela, a unos minutos del aeropuerto.
Me metí a un Cemaco. Qué bueno ver que esta cadena guatemalteca se esté expandiendo en la región. Al final, logré resolver mi problemática en un Office Depot. Alguien de su personal, muy amablemente, me regaló cinta adhesiva para poder mantenerla quieta durante el día.
Tomé otro Uber. Nos fuimos por la Simeón Cañas, directo al centro de San José. «Mae, en Alajuela no hay nada, la buena vida está en San José, las mejores fiestas son acá», me dijo mi piloto.
Ya era hora de almuerzo. Quería ir a «Q Café», por recomendación de Krysia, una amiga que es de allá. Me perdí, a tal punto que la llamé para que me guiara. Al final, llegué con ayuda de Google Maps. Me llevé la sorpresa que ya no existía tal lugar; ahora era «El Tostador». Por la prisa que llevaba, decidí mejor comer en Subway. Más de 7.50 dólares por un menú. Ridículo. La vida en Costa Rica está demasiado cara. «Aquí es caro, pero la mayoría vivimos bien», me dijo el piloto de Uber que me llevó más tarde al aeropuerto.
Caminé unas cuadras para volver a un lugar que yo frecuentaba. Me llevé la triste sorpresa que ya no hay tal cosa enfrente del MasxMenos de Cuestamoras. No sé si quebró o lo movieron de lugar. Ya era hora de ir a hacer mi tarea, así que tomé otro Uber para la Sabana.

¿De qué se habla en Costa Rica? Básicamente, de dos cosas: fútbol y política. La Sele clasificó dos días antes de mi llegada. La alegría era evidente, Keylor Navas y Bryan Ruíz son los héroes nacionales. Oscar Ramírez, el entrenador, es fuertemente criticado. A mí me parece que es el hombre indicado para dirigir al equipo en Rusia.
¿De política? El «Cementazo». ¿Qué es? Básicamente, un escándalo de corrupción, en el que un «carajillo» recibió más de 40 millones de dólares del Banco Central para importar cemento chino. ¿Dónde está el total de la plata? Pocos lo saben. ¿Se trajo el cemento? Sí, pero con muchísimas irregularidades. Nadie ha ido a la cárcel por ello.

Logré mi cometido. Me quedaba una hora, más o menos, considerando que el aeropuerto está como a 40 minutos. Es una genialidad la autopista que rodea San José. Sin ella, tendría que haber salido con hora y media de anticipación. He ahí una de las soluciones para la Ciudad de Guatemala.
Me fui a un Starbucks que está enfrente del Estadio Nacional. Todavía me sé ubicar en la ciudad. Tomé un par de fotos, y me metí a la cafetería. Tengo pendiente ir a ver un partido allá. De la Sele o del Saprissa tendrá que ser.

Mientras leía las noticias encontré una que hablaba de que Costa Rica tiene los mejores índices de salud y educación de América Latina. Qué bonito sería vivir acá, pensé. Solo tendría que resolver cómo conseguir, por lo menos, mil dólares para tener un apartamento medio decente. Lo bueno es que no es necesario tener carro. El transporte público funciona relativamente bien y es seguro caminar por la calle.
De verdad, ojalá que Guatemala, en lugar de compartir frontera con El Salvador, tuviera a Costa Rica. La vida en ambos países seguramente sería exponencialmente mejor. El país mas pequeño de la región es el mayor problema que tenemos. Esto es tema de otra columna, que ya escribí.
Tomé el último Uber del día. Mi piloto me explicó que pagaba dos dólares mensuales para usar la autopista entre San José y Alajuela, las veces que quisiera. «No es nada, man», me dijo. Insisto, una solución para la Ciudad de Guatemala es una autopista que la rodee, aunque cobre peaje, nos ahorraría mucho dinero y, sobre todo, tiempo.
Llegué al Juan Santamaría. Hice un amigo en la fila. Él iba para la Ciudad de Panamá. Muchos iban para allá. La mayoría por el último partido de la Hexagonal, que tuvo lugar en el Rommel Fernández. Qué espectáculo ha de haber sido vivir la clasificación de los canaleros allá.
No puedo contener mi impulso por comprar souvenirs cuando viajo. A mi compañero de fila de migración le causó gracia lo que pagué por unas calcomanías. Qué más da, no se sabe cuándo se vuelve a un lugar. Sí sé cuando volveré, de todas formas. Diciembre será otra ocasión para comprar más recuerditos.

Ingresé a la sala VIP del aeropuerto. Qué cantidad de gente iba para Panamá. Estaba llena de aficionados de la Sele. Me senté a hacer tareas de la universidad. Mi aventura terminó con una ventana de avión llena de gotas de lluvia.
Lo último que vi fue un atardecer muy bonito. Regresé en un vuelo cuyo destino final era Los Ángeles. El aeropuerto ha tenido mejoras considerables en los últimos meses. Hay un mural de bienvenida muy genial al pasar migración, ya sirve el aire acondicionado, ya hay agua en los baños y ahora hay un botón para un semáforo que te indica si pasás o no a revisión de equipaje antes de salir del aeropuerto. De pronto no todo va para peor en Guate.
¿Que concluí de mi viaje? Estuve más horas en aeropuertos y aviones (7 horas aproximadamente), que en mi destino (6.5 horas). Una experiencia única, sin duda. Tal vez hasta de una vez en la vida.
Un comentario en “El día que pasé más tiempo en el aeropuerto que en mi destino final”