Mi viaje por Tennessee de este año empezó el último Halloween. Me subí a un vuelo directo de Delta entre Ciudad de Guatemala y Atlanta. Volar en business fue una excelente experiencia. El servicio y la comida estuvieron muy bien. Tres horas después, llegué a Hartsfield.
Antes de subir al avión, aprendí que se pueden llevar tres litros de alcohol por persona. Compré dos de ron el duty free por la módica suma de 18 dólares. Mis amigos de España y Ecuador las disfrutaron mucho.


Siempre que vuelo me gusta leer las revistas de las aerolíneas. En este caso, hubo dos cosas que me llamaron la atención. La primera fue un anuncio en la que reclaman el hecho de que países de Medio Oriente, particularmente Emiratos Árabes Unidos y Qatar subsidian a sus aerolíneas, haciéndole imposible la tarea de competir a sus contra partes de Estados Unidos.
Lo irónico es que el mercado aéreo interno de Estados Unidos está sumamente protegido. Las grandes aerolíneas, como Delta, United y American Airlines, han evitado que competencia extranjera pueda volar de forma interna, manteniendo un oligopolio que controla los precios. Es por esto que volar dentro del país es tan caro, en comparación de, por ejemplo, la Unión Europea.

Otra cosa que llamó mi atención fue la publicidad que había sobre Kentucky. Tanto para inversión, como para turismo, la revista estaba repleta de información del Estado. Estuvieron a punto de convencerme de ir a Louisville (su capital), en lugar de Nashville.



El tráfico en el Aeropuerto Internacional de Atlanta es constante (es el más ocupado del mundo). Tanto al momento de aterrizar, como de despegar, se tiene que esperar para poder entrar a una pista, porque seguramente hay más de otro avión utilizándola.

Al día siguiente, partimos con Krysia. Manejé, de primero, entre Atlanta y Chattanooga, la segunda ciudad más grande de Tennessee. Es una ciudad tranquila, bonita y llena de arte. Salimos corriendo de «Milk & Honey» (donde probamos un pumpkin late) porque al ver mi reloj me asusté con la hora. Se me había olvidado que en Tennessee hay una hora menos que en Georgia. Nos dimos cuenta hasta cuando íbamos de regreso.
Luego, partimos hacia la fábrica de Jack Daniel’s. Está ubicada en un pequeño pueblo llamado «Lynchburg», a unas dos horas de Chattanooga.
Por 17 dólares nos dieron un tour, por la fábrica completa, incluyendo una parada en el «downtown» del pequeño pueblo. Pareciera que toda la economía del lugar gira en torno a la distillery. Entramos con un grupo en el que había gente de todos lados, desde australianos y europeos, hasta nosotros dos de Costa Rica y Guatemala.
Cuando bajamos del bus en la parte donde están las bodegas, hacia un viento de otoño, que facilitaba el poder sentir el olor, a la distancia, del whisky añejándose en barriles hechos a mano. Nuestro guía, con un acento sureño demasiado pronunciado, nos dijo: «you know what that smells like? It smells like money«.


Conocimos la fuente desde donde toman el agua para hacer el whisky. Han usado la misma, desde que su fundador la eligió hace siglo y medio. Ahí, nos explicaron que fue un esclavo el que le enseñó a Jack Daniel a hacer la bebida, que luego comercializó. También conocimos su oficina, y nos mencionaron que su nombre original no era «Jack», sino «Jasper».

Adentro de la planta no nos dejaron tomar fotografías. Vimos en unos estaques como el whisky lo destilan, literalmente, gota a gota. En una demostración, el guía agitó la tapa de un estaque. Sentí como el alcohol entró por mi nariz y luego a mi garganta. La cantidad de alcohol en el aire era tal, que fue como si hubiese tomado un trago de whisky.
Pasamos a un área en que la que nos dieron de probar todos los tipos de whisky que venden bajo su marca. Yo solo aguanté probar un poco de cada uno, el resto de lo que tenían los vasitos se lo regalé a Krysia, que, seguramente, lo disfrutó mucho más que yo. Ahí, nos contaron que Lynchburg es un dry county, lo que quiere decir que no se puede vender alcohol en ninguna parte del lugar. Irónico, ¿no?

Por ello es que las muestras que nos dieron fueron un «regalo». Para poder dar las degustaciones, tuvieron que, según el guía, vender el whisky a un distribuidor de Nashville, re comprarlo, y volverlo a transportar de vuelta a la fábrica. En la tienda de regalos, se «regalaba» el whisky, lo que se vendía era la botella. Claro, cada botella tenía el mismo precio de lo que costaría en un supermercado.
Partimos rumbo a Nashville a eso de las 2 de la tarde. Dos horas después, llegamos a la capital del country. Más allá de ciudades como Nueva York o D.C., Nashville es mi ciudad favorita de todas las que he visitado. Me gusta esa mezcla entre lo urbano y lo rural. Tiene un ambiente entre tranquilo y agitado. A sus alrededores no hay mucho, pero es lo suficientemente grande para tener edificios relativamente altos, destacando la AT&T Tower (con 33 pisos y 188 metros de altura).

Almorzamos a eso de las 4 de la tarde en un excelente restaurante de downtown. Se me olvidó el nombre, pero sabría ubicarlo si vuelvo a ir. Luego, caminamos por todo Broadway Street, que es la popular calle en donde tocan las futuras estrellas del country, mi género de música favorito, y no tan favorito de Krysia.



El año pasado fui en verano. El ambiente era totalmente distinto. Las calles estaban llenas de personas celebrando sus vacaciones y había, evidentemente, muchísimo calor. Cualquiera que haya estado en Nashville sabe lo genial que es estar en esta calle un fin de semana.
Esta vez, las calles estaban vacías, las ventanas de los bares que dan hacia el exterior cerradas y la música no estaba tan alta. Las hojas de los árboles, que volaban por todos lados, estaban de colores opacos. Disfruté mucho de caminar con frío y un viento moderado.
Caminamos hacia en puente peatonal John Seigenthaler. Dicho puente se eleva sobre el río Cumberland, conectando a otra parte de la ciudad, particularmente al estadio de los Tennessee Titans de la NFL.





Caminamos hacia el centro de la ciudad. Ahí, fuimos a un pequeño parque y luego al Country Music Hall of Fame, que, lamentablemente, ya estaba cerrado. Antes de volver a Atlanta, pasamos a un Starbucks por café, puesto que nos esperaban tres horas de regreso. De alguna forma nos teníamos que mantener despiertos.


En total, recorrimos más de un mil cien kilómetros. En todo el roadtrip no tuvimos ningún problema. La infraestructura de Estados Unidos en materia de carreteras es de primer nivel.

Mientras tanto, en Guatemala, seguimos haciéndonos seis horas para 130 kilómetros entre la capital y Retalhuleu. Lo que esto implica, sin tomar en cuenta los costos de transporte, es menos turismo interno. Como leí en algún tweet, Guatemala es el secreto… pero de cómo quedarse en el siglo XIX.
Recomendaciones de country
- Unforgettable- Thomas Rhett: https://www.youtube.com/watch?v=_T8ml-P0GkI
- Like I Do- Brett Young: https://www.youtube.com/watch?v=PG2azZM4w4o
- I Woke Up In Nashville- Seth Ennis: https://www.youtube.com/watch?v=4TgltY66XGs
- Used To Love You Sober: https://www.youtube.com/watch?v=_8ecy55NhMo
- My Girl- Dylan Scott: https://www.youtube.com/watch?v=YEKLeWBr9jY
Historia de mi visita a Nashville en 2016: https://lucidezheterogenea.org/2016/11/26/nashville-the-music-city/