He estado perdida entre sonrisas auténticas y ganas de llorar por unos días. Mi cuerpo siempre ha sentido ambos tan intensamente que nunca ha sabido a cuál aferrarse.
Mi corazón, melancólicamente radiante, todo el tiempo se ha visto atado a esa pequeña e incoherente cláusula que trae el pertenecer:
sé feliz eternamente.
Por años no fue un problema el creerme tal blasfemia, pero las cosas cambian al igual que mi indecisión. Mi cuerpo necesitó sostenerse de aquellas ganas de llorar y cuando buscó refugio… Lo rechazaron. Sin piedad.
Desde ese instante, me sentí encarcelada, oprimida y sin ceguera. A cada lugar al que volteaba, encontraba una orden para quedarme estancada en la felicidad.
Te ves más bonita cuando sonríes.
¿Así? ¿Y qué pasa cuando quiero llorar, sentirme indignada, furiosa, decepcionada? ¿Qué pasa? ¿O es que quieren que me olvide de todas mis demás emociones? ¿Desean que deje de sentir?
Imposible, eso siempre ha sido imposible.
Mi mente, mi piel, mi yo completa ya no podía soportarlo. Ese anhelo enfermizo estaba en todas partes. Miradas, colores, voces, propósitos…
Escribe lo que quieras. Excepto sobre el dolor, ya que eso no puede existir aquí.
Llora, aunque nunca debes hacerlo saber, porque no queremos cargar con la culpa.
Escribe, pero por favor no asustes al mundo con tus melancólicas porquerías.
Sonríe y di mintiendo que siempre eres total e irrevocablemente feliz.
Escribe, mas no te muestres débil porque nadie sabrá qué hacer contigo.
Grita, pero no tan alto, ya que puedes despertar a los miedos de los demás.
Escribe, aunque hazlo superficialmente, porque todo lo profundo es peligroso.
Cultiva tu talento, mas nunca lo vuelvas tu voz , sino empezarás una revolución.
Escribe, pero limítate a expresar cosas tiernas y hermosas;
no vaya a ser que el resto del universo descubra que la vida también puede ser una bola de mierda.
¡Iba a volverme loca! Pero, supongo que siempre he estado destinada a estarlo y los locos jamás siguen órdenes.
Me deshice de ese miedo a romper el esquema, a llamar la atención, y comencé a escribir. A escribir y a escribir y a escribir para darle vida a todo. Mi alegría, mi esperanza, mi valentía, mi dolor, mi enojo, mi frustración…
Hemos estado perdidos entre sonrisas auténticas y ganas de llorar por unos días. Todos los cuerpos siempre han sentido ambos tan intensamente que nunca han sabido a cuál aferrarse.
Lo irónico aquí es que nunca hemos tenido por qué elegir.
Foto tomada por: Andrea Argüello