Grité: ¡Sueños! Y así, con la delicadeza de un cohete al despegar, me enamoré fugazmente de ti al verte entrar.
Ni siquiera escuché tu voz y ya sabía que tu rostro aparecería en mis creaciones por los próximos meses. Tu corazón latiría junto al mío, pero moriría junto a la imperturbabilidad de mis pensamientos.
Ignoré tu posible desaparición y te di vida en la mía. Inventé tu nombre, fingí que tus brazos me envolvían, imaginé detenidamente el calmado sonido de tu respiración, construí tus sueños. Me creí escritora al hilar toda nuestra historia de amor en un solo atardecer.
Intenté dejarte ir para verte sonreír lejos de mí, aunque era tarde.
Algo más que solo tu mirada me atrapó. Terminé enamorándome no solo de tus supuestos ojos cafés, ya que me cautivó tu forma tan sutilmente real de moverte.
Verdaderamente, te había dado un corazón que latía. Así que, quería conocerte. Deseaba enamorarme de ti y no de mi propia mente. Mas me retuve, porque algo malditamente callado en el fondo de mi alma me dijo que ni lo pensará.
Tú jamás me darías vida a mí como yo te la di a ti.
Sin embargo, aun teniendo el corazón sangrando de deseo, te escribo sabiendo que quizás nunca sepas que estas líneas son para ti. Quizás ni siquiera sepas el nombre de los ojos que te observan; porque te veo de lejos, pero tú a mí no me ves.
Lastimosamente, grité sueños y no realidades. Lastimosamente, mi poesía ha sido condenada a ser escrita para personas que solo ven luces en donde debió estar mi alma.
Soy una soñadora después de todo. Estoy acostumbrada a que mis sentimientos mueran con la imperturbabilidad de sus sentimientos.
Foto tomada por: Itzá del Pozo Bouffanais
*Nefelibata: es un dicho que se refiere a una persona soñadora, aquella que siempre anda en las nubes.