You should be here, standing with your arm around me. It’s one of those moments, that’s got your name written all over it. And you know that if I had one wish it’d be that you didn’t have to miss this. You should be here.
Me tomó medio año planear un roadtrip por toda la Costa Este de los Estados Unidos. El primer destino tenía que ser New Orleans, Louisiana (NOLA).
Como es usual en los viajes, nada salió como lo planeado. El primer contratiempo se presentó cuando quisimos alquilar un carro en el downtown de Atlanta. Después de un par de horas y de buscar en varias sucursales, logramos conseguir un Toyota Corolla café en el que se suponía debíamos caber 6 personas.
El segundo problema sucedió cuando llegamos a Alabama. La lluvia era tan fuerte que no se veía nada. Paramos en una gasolinera en medio de una autopista por un par de horas. Eramos cuatro en los asientos de atrás. Fue físicamente imposible encontrar una posición cómoda para dormir.
Desayunamos un domingo por la mañana en una ciudad más muerta que viva. Tristemente no pude comprar un llavero para mi colección en Mobile. Sweet Home Alabama maybe isn’t very sweet.

Después de aproximadamente 8 horas por fin llegamos a la ciudad a la que tanto yo quería ir. Mi abuelo había estado siete años antes visitando a unos amigos. Regresó maravillado. Particularmente, recuerdo nos contó sobre cuando el Día de Acción de Gracias lo llevaron a las inmediaciones del Mercedes Benz Super Dome durante el partido de los Santos de la NFL. La ciudad completa estaba agradecida por celebrar ser los ganadores del último Superbowl en el mismo lugar que cinco años antes sirvió como albergue para las víctimas del Huracán Katrina.
Cuando llegamos al aérea metropolitana de NOLA lo primero que llamó mi atención fue, obviamente, el estadio. No podía creer del todo que yo estaba ahí. Desde la autopista lo vi y no pude evitar sentir las ganas de que él estuviera ahí conmigo. Al fondo no sonaba New Orleans de Parachute. She swears it’s in the air, you just have to believe. Yes she comes alive down in New Orleans!»





Lo siguiente fue visitar el Museo de la Segunda Guerra Mundial. Le tomé foto literalmente a casi a todo. Lo que se busca mostrar es la victoria de la civilización sobre la barbarie.
Al salir, tomamos rumbo a la casa que rentamos por Airbnb. Por las fotografías se veía bien. Lo que no pensamos es si íbamos a estar en un lugar seguro. Ya estando ahí, nunca me había sentido tan inseguro en mi vida. Resultamos eligiendo una de las áreas más peligrosas de la ciudad. Era tan terrible que, literalmente, una autopista pasaba encima del vecindario. Lo primero que vimos fue a dos personas maltratándose de un lado de la acera al otro. Yo me sentía como si estaba en un episodio de Investigation Discovery.
Igual que como con las personas, las apariencias definitivamente engañan. Antes de rentar en Airbnb, hay que saber en qué lugar está ubicada la casa o apartamento. Uno no se imagina en donde se puede parar. No hay que guiarse solo por las fotografías.
Después de superar el susto y esperar que nada nos pasara, salimos a French Quater (donde se celebra la festividad más famosa de NOLA, el Mardi Gras). La arquitectura europea nos dio una buena primera impresión. No obstante, al llegar a la calle principal hubo una sensación de que no habíamos podido elegir una peor ciudad para visitar.

Rue Bourbon, la calle más popular del French Quarter

Resulta que el tan reconocido barrio francés es un lugar sumamente sucio y con un terrible olor a aguas negras. Además, se le debe agregar que hay personas leyendo el tarot en cada esquina. Esto provoca que haya una vibra muy pesada en el ambiente.
Probamos una cerveza local y fuimos hacia el Río Mississippi. En lo personal, después de tomarme una fotografía en el mismo lugar que mi abuelo visitó me hizo sentir que todo valió la pena. Esa noche, mientras todos dormían, decenas de pensamientos y recuerdos cruzaban mi cabeza. En ese momento me sentí identificado con una de las mejores canciones de country que existen: You Should Be Here, del buen Cole Swindell.
Al siguiente día me desperté muy temprano porque quedé de reunirme con una amiga de mi abuelo. Antes de que ella llegara por mí, estaba esperando solo en la calle y me llevé un pequeño susto. Un hombre blanco, un tanto más bajo que yo se me acercó. Tenía una una pinta de drogadicto y vagabundo. Solo me preguntó: are you from Missouri?» Inmediatamente recordé que la placa del Corolla era de de ese Estado y le expliqué. Me respondió: «you are not missing too much anyways». Pensé: «creo que aquí tampoco hay demasiado para ver».
Fuimos a desayunar a una pequeña cafetería. Ella se preocupó mucho porque nos quedáramos en «Allen Street», lugar al que ni siquiera había ido una vez después de tantos años de vivir en NOLA. Estuve varias horas conversando con ella. Me contó muchas anécdotas de él que nunca había escuchado. También me explicó cómo Katrina destruyó NOLA por completo, dejando casas totalmente bajo el agua (incluida la de ella).


Al final, me llevé una mejor imagen de NOLA. Resulta que lo más vistoso no es French Quarter, sino otras partes. De todas formas, definitivamente no se han recuperado totalmente de Katrina, y, con un gobierno local demócrata, es mucho más difícil que la inversión y el empleo aumenten para disminuir la inseguridad.

Exactamente un año después de mi visita y un poco más de tres años desde que mi abuelo no está escribo estas letras. Lo extraño cada día más, pero me hace sentir lleno el visitar los lugares donde estuvo alguna vez e intentar seguir algunos de sus pasos.
Durante éste tiempo prácticamente no me he podido detener para ver hacia atrás y apreciar todo lo que he pasado. En los últimos meses he vivido cosas que ni imaginé en sueños, estuve en lugares que solo veía por la televisión y hasta me gradué de la universidad. Todo gracias a que mi abuelo siempre estuvo detrás de mí, apoyándome y confiando en que iba a lograr mis metas.
Hoy, aunque ya no esté, quiero imaginar que me puede ver (aunque sea por ratos) desde donde quiera que encuentre descansando. Ojalá y no pase otro año más sin que yo tome un avión hacia La Habana. Ese es el próximo destino.
Especialmente le tengo que agradecer a Javier, mi mejor amigo. Él sabía lo importante que era para mí ir a NOLA y, sabiendo lo que probablemente íbamos a encontrar, igual tomó el volante y manejó hasta Louisiana ida y vuelta.