Verde, no te quiero verde

Rodeado de altas montañas color esmeralda,

se halla un lago, de un pueblo de bandera color amarillo y verde,

y vaya coincidencia que el color de sus aguas

combine con su enseña y se camufle con su alrededor.

 

Un hombre en bicicleta sonríe melancólicamente, y les dice a los jóvenes: «Hoy tuvieron suerte,

normalmente el lago parece gelatina verde,

y huele a porquería el olor que desprende,»

se aleja pedaleando por donde vino, mientras el eco de sus palabras los llena de pesar y dolor.

 

En la orilla, el lago regurgita envases de poliestireno, plástico, algas verdes,

y solo pueden imaginar que alguna vez, tal vez, sus aguas fueron cristalinas,

pero hoy son de un verduzco enfermizo, tan enfermo como él mismo,

tan verde que parece de palúdica expresión.

 

Verde, no deberías ser verde,

ojalá algún día alguien te azule, ojalá algún día alguien te cele,

porque si no, ahora negro y verde

serán color de muerte para la nación.

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