Aly Motuori
A como están las cosas, decir que uno se considera neutral se ha vuelto un pecado capital. Pasamos la vida leyendo las noticias, escuchamos los comentarios de nuestros compañeros, presenciamos los eventos que ocurren a nuestro alrededor y utilizamos nuestros principios y valores para formar nuestras opiniones. Se trate de política, cultura, educación, economía u otro sinfín de temas a elegir, nos casamos con una ideología.
Nos consideramos parte de la oleada “centro-izquierda”, o elegimos “derecha radical”, incluso llegamos a pensar que nos atrae el “anarquismo”, y nos ganamos enemigos en el camino. Aceptamos que es parte de la experiencia del ser humano enemistarse con algunos y amigarse con otros. En muy pocos casos investigamos qué realmente defienden nuestras ideas y si estamos o no de acuerdo con ellas.
Con la facilidad que existe hoy en día para investigar e informarse, decidimos hacer lo contrario. Si le damos “seguir” a una página, esta se vuelve el proveedor principal de noticias y eventos. No hay otro. No existe más. Nos agradó que estuviera de acuerdo con nuestra visión del aborto (para poner un ejemplo destacado) y con esa nos quedamos. De ahora en adelante, lo que expresa este medio se vuelve lo que le profesamos a los demás. Nos hacemos de oídos sordos a opiniones contrarias y defendemos hasta la muerte la nuestra, mayormente basada en nada más que una noticia. Sin investigar, sin informarnos, sin buscar alternativas.
Consideramos, entonces, que las ideologías y las opiniones son constantes. Que, una vez que hayamos elegido un lado, no hay vuelta atrás. Por el contrario, la historia ha demostrado una y otra vez que el ser humano es una variable. Nada de lo que sentimos u experimentamos es una constante, y nada es perfecto. Somos perfectamente capaces de cambiar nuestras opiniones conforme vamos aprendiendo de distintas situaciones y eventos. Pero ahora que nos encadenamos a la ideología, la cerramos con candado y tiramos la llave, nos toca defenderla a punta de espada.
“¿Y ahora cómo digo que estoy en contra de la pena de muerte si antes la defendía ante todos mis conocidos?” Si a usted esto le preocupa, mi respuesta es que se consiga amigos más sabios. El mayor problema que tenemos hoy en día es precisamente el juzgar a los demás basándonos en sus opiniones. “Que si este es comunista entonces lo odio porque yo soy capitalista.” “Si defiende una visión de libre mercado seguro le gusta explotar a los pobres.” “Si está de acuerdo con el aborto es una asesina.” Etcétera, etcétera, etcétera.
Cada noticia que leemos es una nueva forma de crear caos. Comentamos y nos peleamos con todos porque queremos y creemos tener la razón. Hacemos huelgas guiados por pasiones ciegas, mientras que los que alegan al lado nuestro muchas veces no tienen ni idea de lo que están defendiendo. No nos damos cuenta que el titiritero hala de las cuerdas y nosotros nos movemos. ¿Cuántos se han tomado el tiempo de investigar qué es lo que pasa tras bastidores? Porque si lo hiciéramos, posiblemente encontraríamos una respuesta muy diferente a la que pensábamos.
Querido lector: déjele el alarmismo a los medios. No se deje manipular por aquel titiritero que, por necesidad de comer, hala las cuerdas de sus opiniones y las forma por usted. Acepte que existen otros puntos de vista y dese cuenta que usted puede estar equivocado. El mundo no se va a caer si usted se abre a opiniones adversas y “se cambia de bando”. Sea una variable, no una constante.