Los migrantes son los héroes de este país (2/2)

En lo personal, he tenido dos experiencias con migrantes centroamericanos que me han marcado y tengo presentes claramente.

La primera: recuerdo estar en un área de Atlanta reconocida por ser residencia para muchos guatemaltecos. De hecho, el consulado está ahí. Paro en un semáforo cerca de una estación antigua de ferrocarril. Ahí, desde la ventana, veo a un grupo de migrantes. Parecían estar sin rumbo, lejos de casa y la mayoría seguro (sino es que todos) no saben inglés, inclusive puede que algunos apenas supiesen español.

Luego, llego a comer a un restaurante guatemalteco. Sino me falla la memoria, se llama «Pan Chapín». Ahí, al entrar, se ven camisas de equipos de la Liga Nacional colgadas en la pared, pan recién hecho, Tortrix y jugos Del Frutal en los dos congeladores.

Todas las mesas están ocupadas. Cada uno de los comensales está sentado solo, disfrutando una pequeña merienda. Con mínimos detalles como ese es que te das cuenta que la vida del migrante es mayormente solitaria. A nuestros migrantes no les queda más que adaptarse a vivir en una sociedad individualista, en la que cada quien se debe hacer valer por si mismo. Y esta triste historia se queda corta con lo que día a día se ve en los más de 15 consulados de Guatemala en Estados Unidos.

La segunda experiencia personal la relaciono con lo que he visto a través de mi acceso a la Fuerza Aérea de Guatemala (FAG). Hace no mucho, todas las semanas pasaba por sus oficinas en Ciudad de Guatemala. Enfrente, aterrizaban diariamente hasta dos aviones llenos con guatemaltecos deportados. Mujeres, niños, jóvenes, se ve de todo. Regresan a un país con oportunidades de desarrollo más que limitadas.

Lo que más me ha marcado lo vi un par de semanas atrás. Justo el fin de semana que la caravana migrante pasó por Ciudad Tecún Umán, yo me encontraba en el Comando Aéreo del Sur, la base de la FAG en Retalhuleu.

El sábado llegó un avión de la Fuerza Aérea Hondureña. Al día siguiente, niños, mujeres y discapacitados fueron repatriados en este avión vía un vuelo directo al Aeropuerto Internacional de Toncotin (Tegucigalpa). El Ejército de Guatemala, el que tanta gente critica por supuestamente ser tan inútil e inhumano, ayudó en labores humanitarias para coordinar el regreso de más de mil hondureños a su país (solo entre el sábado y el domingo). A mi no me lo contaron, yo estuve adentro del avión previo a que despegara.

 

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Al final de cuentas, más que guatemaltecos, somos centroamericanos. Ya sean salvadoreños, hondureños o nicaragüenses, es imposible no conmoverse profundamente al ver el sufrimiento de esta gente. Yo no puedo entender cómo un centroamericano se puede alegrar, en nombre del «cumplimiento de la ley» que se maltrate a un migrante. El que critica a un «mojado» por violar las leyes migratorias de Estados Unidos, sentado en una oficina o en una universidad de la Ciudad de Guatemala, simplemente vive en su burbuja particular y desconoce la realidad de su país y la de sus vecinos.

De la caravana, me quedaron un par de conclusiones. Primero, que mucha gente no tiene ni idea a lo que va. Por muy duro que suene, ¿qué va a ir a hacer una mujer con dos niños o alguien que necesita de muletas para caminar a Estados Unidos?

Lo segundo evidente es que el movimiento fue planificado y manipulado. Qué lamentable y qué perversos son los que se aprovecharon de la situación de más de 3 mil personas para promover sus intereses políticos.

Lo que se debe evitar, a toda a costa, es creer que la situación es culpa de todos. El problema con las culpas colectivas es que al final nadie toma responsabilidad. La crisis migratoria es culpa de élites políticas y económicas extractivas que no tienen el más mínimo interés por generar condiciones de desarrollo para el grueso de la población.

El tema seguirá siendo recurrente. Nuestra demografía crece y la economía no lo hace como debería. Mientras no haya políticas públicas que promuevan el desarrollo de áreas marginadas, la migración seguirá aumentando.

Se debe, por lo menos, buscar la forma de atraer más inversión extranjera directa, que a la postre ayudaría a la creación de más empleos. No menos importante es el combate al crimen organizado, que prácticamente bloquea el desarrollo de muchas áreas de nuestro país.

Mientras tanto, no nos debemos dejar impresionar demasiado por hechos particulares en las fronteras. La mayoría de los migrantes no son criminales. Son héroes que se sacrifican por sus familias y así los debemos recordar.

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