Para mis amigos, todo. Para mis enemigos, la ley.

Si fue Otto Pérez Molina, es corrupción. Si fue Jimmy Morales, es corrupción. Si fueron los diputados, es corrupción. Si fueron hasta las asistentes de los diputados, es corrupción. Si fue Thelma Aldana, no es corrupción.

 Si a Thelma Aldana se le acusa de comprar un edificio de 35 millones de forma anómala, es falso. Si Thelma Aldana no tiene finiquito y el TSE la inscribe, no importa, puesto que todo es una estrategia del denominado «#Pactodecorruptos» para desacreditarla.

La ex Fiscal General me causa desconfianza por varias razones. Cuando el Congreso de la República la citó por el tema del edificio, simplemente decidió no presentarse. También porque benefició con una jugosa plaza al hijo de uno de sus aliados de los medios de comunicación.

Por mucho menos de lo que se está acusando a la ahora precandidata presidencial de Movimiento Semilla, mucha gente está en la cárcel. Por mucho menos, se ha destrozado la vida de varias personas ante la opinión pública, algunos de ellos inocentes.

Lo más irónico de la situación, al final de cuentas, es que quiere participar en un partido iniciado por el señor Juan Alberto Fuentes Knight, acusado por ella misma en el caso Transurbano. Millones y millones desviados en subsidios y compras de autobuses que no vinieron. Fuentes Knight fue Ministro de Finanzas durante ese nefasto gobierno de los Colom, pero «de plano» que no estaba enterado de toda la trama corrupta, él solo firmó los papeles que autorizaron los fondos.

A pesar de todo, me parece que tiene buenas posibilidades de ganar las elecciones. El hartazgo de los guatemaltecos y la falta de buenos candidatos podría convertirla en la «menos peor». Es por ello que su mayor obstáculo, a mi consideración, es su falta de carisma y de capacidad para conectar con el público. En unos meses veremos si algo cambió.