Actualmente, todos estamos viviendo de una u otra forma las consecuencias del autoritarismo del Partido Comunista Chino (PCC). Sin importar si el brote del Covid-19 inició en un mercado o en un laboratorio de la provincia de Hubei, es un hecho que el Gobierno de China censuró a los médicos que alertaron sobre la enfermedad en sus primeras etapas, destacando el caso del Dr. Li Weliang, quien a la postre contrajo el virus y falleció.
Se sabe que para el 5 de enero un grupo de científicos chinos logró secuenciar el genoma del virus. Ante la resistencia de su gobierno de hacerlo público, lo filtraron en internet el 11 de enero. Esto generó malestar de las autoridades de Beijing, quienes pronto mandaron a cerrar el laboratorio, demostrando la falta de transparencia del PCC ante semejante crisis.
A estas alturas, quedan pocas dudas de quién es el principal responsable de una de las peores crisis sanitarias de la historia, que pronto se convirtió además en una crisis económica sin precedente alguno. Desde Estados Unidos hasta Japón y Australia, son muchas las voces que están pidiendo que la élite gobernante china tenga que responder por su nefasto actuar. En Europa, el Bild, uno de los diarios más reconocidos de Alemania, publicó recientemente en uno de sus editoriales una factura dirigida a China por 149 mil millones de euros en concepto de «daños ocasionados».
Opuesto a tanta irresponsabilidad del PCC, existen casos muy puntuales de países que han sido un buen ejemplo de cómo gestionar la crisis del coronavirus. El caso de la República de China (Taiwán), un país democrático, y oprimido desde hace décadas por la China continental, es uno de los más destacados. Hace unos días, Tsai Ing- Wen, Presidente de Taiwán, publicó en el portal digital de la Revista Time un artículo en el que explica cómo su país evitó en su territorio un mayor brote de la pandemia.
El Centro para el Control de Enfermedades de Taiwán alertó a la Organización Mundial de la Salud a través de un correo electrónico enviado el pasado 31 de diciembre sobre los conocimientos que ya tenían del virus, advirtiendo la posibilidad de que fuese contagioso de persona a persona. No obstante, la burocracia de la OMS (dirigida por un señor que ni siquiera es médico), decidió hacer caso omiso de la información, seguramente porque Taiwán no es considerado miembro de la organización debido a las presiones de China.
Ante la emergencia internacional, el Gobierno de Taiwán ya envió donaciones a Guatemala. Dicha donación incluye equipos e insumos hospitalarios, alimentos y un aporte financiero de un millón dólares.
Es muy claro que Guatemala debe mantener su reconocimiento a Taiwán como un país independiente y soberano. Además de recursos de cooperación para muchísimos proyectos y becas para estudiantes guatemaltecos, Taiwán también representa un importante mercado preferencial para varios productos de exportación, los cuales se comercializan en el marco del Tratado de Libre Comercio que está vigente desde 2006.
En contraparte, relacionarse con la dictadura de China continental representa un peligro para los países menos desarrollados que cuentan con amplios recursos naturales.
Por dar un ejemplo de cómo funciona la política exterior de China continental y el riesgo que representaría para Guatemala relacionarse con esa dictadura, explico brevemente el caso de Tanzania. La semana pasada, John Magufuli, presidente de aquel país africano, anunció la anulación de un préstamo de diez mil millones de dólares ofrecido por China a su predecesor. Según él, los términos del préstamo dirigido a la construcción de un puerto «solo un borracho» los podría haber aceptado, pues hasta incluían un arrendamiento de dicho puerto a los inversores por 99 años. Y así, hay más ejemplos de países africanos y latinoamericanos que se endeudan en términos muy desfavorables con China, usualmente para realizar grandes proyectos de infraestructura. La «cooperación» china es cualquier cosa menos gratis.
Necesitamos más a Taiwán y menos a China. Por suerte, el Gobierno actual parece tenerlo muy claro. Guatemala puede aprender mucho del pueblo taiwanés, no solo en lo relacionado a esta ocasión. Desde su democracia ejemplar y su respeto por los derechos humanos, hasta su gran desarrollo económico, son muchas las lecciones que nuestro país puede tomar por parte de Taiwán, un Estado amigo, al mismo nivel que Israel.