Uno de los grandes errores es juzgar las políticas y programas por sus intenciones más que por sus resultados.
En medio de la crisis que actualmente atravesamos como país, hay un un sinnúmero de lecciones que este virus comunista nos dejará para meditar como sociedad. La noche del jueves 14 de mayo, el Presidente de Guatemala decretó medidas de restricción totalitarias por tres días, destacando la prohibición de locomoción del transporte pesado, horarios limitados de supermercados incluyendo abarroterías de barrio y el uso de vehículos en su totalidad. Estas medidas nos enseñarán como sociedad los efectos no vistos detrás de una política con buenas intenciones. En economía hay una gran variedad de escuelas de pensamientos, no obstante, hay dos formas universales de analizar escenarios económicos. Estas formas de análisis son la simplista y la sutil.
El pensamiento económico simplista únicamente se enfoca en lo que se puede observar instantáneamente y no considera las consecuencias no vistas, ni los efectos colaterales en otras industrias que una política pueda traer. Tristemente muchas personas apoyan iniciativas de ley que resaltan las buenas intenciones y venden únicamente los resultados vistos e inmediatos. Esto es un error común en políticas populistas.
En cuanto a las medidas de contención del coronavirus en Guatemala, no cabe duda que la intención de limitar los horarios de abarroterías y prohibir la libre locomoción es frenar el virus con medidas rígidas de distanciamiento social. Ahora bien, evaluemos esta política de forma sutil y no simplista. Enfoquemos nuestro análisis en efectos no vistos, largo plazo y colaterales en otras industrias.
La limitación de horarios de tiendas únicamente a tres horas diarias traerá como resultado aglomeraciones innecesarias y acaparación de productos de primer uso. Esto claramente es un efecto cobra y completamente contraproducente. Sumándole a esto, la prohibición del uso de automóviles, incrementa el contacto peatonal y las aglomeraciones por filas de personas en sitios públicos como ya lo hemos visto en las primeras horas de estas medidas. Por último, el pausar el transporte pesado atrasará cadenas de suministros de bienes de primer uso. Esto puede resultar directamente en esacez de productos y por ende en un incremento de precios. Las buenas intenciones no alcanzan en políticas públicas. Como bien lo dice el dicho, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
En conclusión, la lección que esta semana nos deja la academia del COVID-19 a los guatemaltecos es evaluar las iniciativas del Estado no por sus intenciones sino por sus resultados. Y este análisis se hace de forma sutil, tomando en cuenta los efectos no vistos, de largo plazo y colaterales en otras industrias. Abramos las tiendas y supermercados más horas, retomemos la libertad de locomoción de transportes pesados y livianos con medidas de prevención y responsabilidad individual. No caigamos en políticas de buenas intenciones populistas contraproducentes.
Milton Friedman nos reitera esta lógica con esta frase celebre:
Creo que la solución del gobierno a un problema suele ser tan mala como el problema y muy a menudo lo empeora
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