La teoría de las ventanas rotas

Por Felipe Cabrera

Durante mi curso de microeconomía en la Universidad del Valle de Guatemala hace algunos años, nuestro catedrático nos presentó en clase “La falacia de la ventana rota” de Frédéric Bastiat, éste relato forma parte de su obra “Lo que se ve y lo que no se ve”[1]. A continuación, una pequeña adaptación propia del relato:

“Un niño, hijo de don Juan, rompe una ventana. La acción la presenciaron unas 12 personas, y todas ellas coinciden en lo mismo: “Los accidentes ocurren por algo. Este tipo de accidentes le dan de comer a los vendedores de ventanas.” Efectivamente, don Juan debe comprar una ventana, y pagar Q300 para que se la instalen. ¡Qué bueno para la economía! Don Juan le paga al ventanero para arreglar la ventana, y el ventanero, con este dinero va al día siguiente a la zapatería y se compra un nuevo par de zapatos, el zapatero usa este dinero…”

Y la cadena sigue, beneficiando a la sociedad y la economía. Esto parece muy lógico, ¿no? Tiene tanto sentido pensar que romper ventanas hace circular el dinero y causa tanto bien en la economía. Bastiat le llamaría a esto lo que se ve. Pero ¿qué pasa si buscamos lo que no se ve? La parte que no se ve, inicia en don Juan pagando para arreglar la ventana. Ahora, don Juan debe pagar la ventana rota, y no podrá usar ese dinero para comprar un par de zapatos nuevos.

Bastiat propone realizar dos análisis sobre las cuentas, las de la economía, y las de don Juan:

La economía ve un beneficio de Q300 para la industria de las ventanas (lo que se ve). Mientras que, sin el incidente, la industria zapatera hubiera visto este beneficio de Q300 (lo que no se ve). Pasando a un plano más general, la economía como un conjunto de las diferentes industrias, a fin de cuentas, se ve beneficiada con Q300, lo cual no hace diferencia; a la economía le da igual si una ventana se rompe o no.

En el caso de don Juan, con el accidente, gasta Q300 y tiene el mismo beneficio que ya tenía antes, una ventana. Si no hubiera ocurrido el accidente, él habría gastado Q300 en un par de zapatos, y ahora tendría un par de zapatos, además de una ventana. Si generalizamos un poco, partiendo del hecho que don Juan forma parte de la sociedad, podemos concluir que solamente con este accidente, la sociedad perdió el valor de una ventana.

Extrapolando esto a nuestra sociedad actual, llegamos a la conclusión que la sociedad pierde valor cuando se destruyen objetos de forma innecesaria. Podemos ir más allá e incluir actos como tirar basura en la calle, pintar paredes o cualquier otro acto similar realizado de forma innecesaria.

Es importante entonces considerar lo que no se ve antes de tomar una decisión que va a afectar a la sociedad. No es válido tirar basura con el argumento de “así le doy trabajo a los barrenderos”. Si la municipalidad no tuviera que pagar tantos barrenderos para limpiar las calles, podría invertir el dinero en algo más y generar empleos en otro sector, empleos que van a absorber a estas personas que no van a ser barrenderos, sino maestros o bibliotecarios, porque ese dinero ahora se invierte en escuelas o bibliotecas municipales. Ya vimos que la economía no pierde, los que perdemos somos todos como sociedad.

Está en nosotros decidir: ¿queremos una sociedad con más barrenderos, o una sociedad con más maestros y bibliotecarios?


[1] El relato más detallado, junto con el análisis del autor está disponible en http://bastiat.org/ junto a varias obras del escritor, legislador y economista francés.

*Felipe Cabrera tiene una Maestría en Banca y Regulación Financiera por la Universidad de Navarra y es Ingeniero Industrial egresado de la Universidad Del Valle de Guatemala.

Imagen de Kira Hoffmann en Pixabay

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