Creo que si nos tomamos la tarea de internalizar que la realidad es compleja, que sus cambios son muy paulatinos y que no poseemos toda la información acerca de la misma, estaremos mil veces más cerca de cambiar o solucionar nuestros problemas en sociedad a que nos dediquemos a juzgar nuestro alrededor con estándares idealistas que lo único que nos causan es frustración crónica.
Por: Fátima Alfaro
A menudo personas que estimo preguntan mi opinión acerca de la situación social, política y económica de Guatemala. Como politóloga, reconozco que es parte de mi profesión estar informada y explicar ese tipo de cuestiones desde una perspectiva más amplia. Resulta que a veces el trabajo que más me encanta, que es sintetizar y enseñar de dichos temas, es realmente agotador. Antes de rendirme con la misión preferí sentarme a reflexionar sobre qué patrones veo en los juicios, opiniones y críticas de los demás que les impiden que entiendan la complejidad del tema y los lleve a generalizar.
En primer lugar, está la falta del pensamiento científico. Este método establece unos pasos que ayudan a que las conclusiones tengan mayor certeza. Estos son: observar, plantear una pregunta, investigar sobre respuestas o teorías ya existentes, crear una hipótesis, experimentarla y ponerla a prueba y llegar a una conclusión. Evidentemente las ciencias sociales no son exactas y tienen muchas más variables que se conectan entre sí, por lo que establecer una causalidad o una conclusión infalible es muy poco probable.
A pesar de ello, sigue siendo sumamente útil adoptar el método, porque contrario a lo que se cree, la ciencia no es solo para los profesionales que la desarrollan, sino es una cualidad meramente humana ya que conecta la razón, los sentidos y la creatividad del individuo.
Es muy común que en nuestra cultura nos saltemos los pasos del método científico y formulemos hipótesis sin tener los datos o que nos limitemos a buscar solo los datos que apoyen nuestras creencias sesgadas. Pero esto que expongo acá realmente no es nada nuevo. Lo que quizá sí lo sea es que luego de que ese pensar errado se vuelve un hábito en los individuos, nace una cultura que evade la realidad, es incapaz de formular soluciones y se encuentra realmente frustrada. Bienvenidos a nuestro tercer mundo.
El libro “Factfulness: Ten Reasons We’re Wrong About the World – and Why Things Are Better Than You Think” de la familia Rosling expone muy claro esto al decir que la realidad (refiriéndose a los hechos y la data), como una dieta saludable y ejercicio regular, puede y debe convertirse en parte de la vida cotidiana. Quienes lo practican reemplazan su cosmovisión exagerada por una cosmovisión basada en hechos; son capaces de entender el mundo y no solo memorizarlo. Además, toman mejores decisiones al estar alerta a los verdaderos peligros y ahorrarse el estrés en cosas equivocadas.
Aceptar la realidad es entonces ese primer paso equivalente a observar en el método científico. Esto implica entender el por qué de las cosas antes de emitir un juicio moral sobre ellas. Lo que sucede frecuentemente con los temas sociopolíticos es que impera un fuerte sentido del “deber ser” y de lo “justo”, que está atado generalmente a un deseo utópico de cómo debería ser el mundo. Esto impide generar soluciones prácticas, ya que de entrada se simplifica demasiado el problema mismo.
La indignación por las injusticias abunda, pero la formulación de soluciones a problemas reales es realmente escasa. Creemos que el problema es la bondad de los gobernantes y no los incentivos que tienen en sus puestos de trabajo. Pensamos que es cuestión de -voluntad política- hacer o no hacer cambios, pero en realidad lograrlos en el juego político requiere de mucho conocimiento, negociación, poder y estrategia. Realmente no se trata de la politización de la sociedad, puesto que su rol no es ser experto en política, pero sería de increíble ayuda tener una percepción más realista de la complejidad de los problemas para no vivir frustrados, sentirnos engañados, dudar de la democracia o de la humanidad en sí.
Por ello el libro presenta unos consejos útiles para poner en práctica el “factfulness”. Me tomaré la molestia de resumirlos aquí:
- Aprender a reconocer cuándo una historia habla de dos grupos separados con una brecha entre ellos. Entender que la realidad no está polarizada en blancos o negros sino más bien, la mayoría de casos se encuentra en el medio, en donde supuestamente está la brecha.
- Reconocer que nuestro pensamiento negativo está influenciado por las malas noticias que leemos, las cuales resaltan más que las mejorías graduales o las buenas nuevas casi no son noticia. Es importante entender que más noticias malas no equivale a más sufrimiento.
- Aprender a no alarmarse por un dato aislado, sino más bien buscar compararlo para obtener una perspectiva proporcionada de los asuntos.
- Reconocer cuándo un dilema o caso está siendo categorizado o generalizado. No se trata de evadir las generalizaciones por completo, pero sí corregir las incorrectas mediante la búsqueda de diferencias y similitudes entre elementos de una misma categoría y entre distintos grupos.
- Al enfrentarse a un problema, evitar buscar villanos o héroes, en vez optar por entender sistemas y relaciones de causalidad.
- Entender que no urge emitir una opinión o juicio acerca de las cosas, y que muchas veces es mejor formularse las preguntas correctas a obtener conclusiones erróneas.
Creo que si nos tomamos la tarea de internalizar que la realidad es compleja, que sus cambios son muy paulatinos y que no poseemos toda la información acerca de la misma, estaremos mil veces más cerca de cambiar o solucionar nuestros problemas en sociedad a que nos dediquemos a juzgar nuestro alrededor con estándares idealistas que lo único que nos causan es frustración crónica. Esa misma tarea nos hará no conformarnos con la falta de datos, sino a utilizarlos como una herramienta para acercarse con mayor confianza a los problemas sociales.
Reflexionar en esto me recuerda tanto a la protagonista de la serie de Netflix “Anne with an E” (que además está basada el clásico de la literatura inglesa Anne from Green Gabbles) ya que su actitud idealista le hacía ver al mundo como un paraíso o un infierno, dependiendo de la situación. Sus acciones carecían de practicidad pues juzgó su alrededor bajo los estándares de las dramáticas novelas que leía. Esto le causó muchos problemas de niña, especialmente dolor y frustración. Mientras va creciendo se va dando cuenta que podía imaginar, soñar y vivir una vida altamente sensitiva a pesar de aceptar la realidad tal como es y hacerse responsable de todo lo que la realidad implica, aún cuando esto le parezca injusto o alejado de su ideal.
Parece ser que para la pequeña Anne, aceptar la realidad no significó conformarse con las injusticias o problemas de la misma, pero sí constituyó el primer paso para poder actuar de acorde a lo que los problemas reales requerían de ella para poder solucionarles.
La humildad intelectual es el antídoto para el subdesarrollo.
Fátima Alfaro es Politóloga con especialización en Comercio Exterior de la Universidad Francisco Marroquín. Actualmente trabaja como investigadora asociada en FUNDESA, coordinando el Consejo Privado de Competitividad. También es catedrática auxiliar en la misma universidad y deportista.